Jacques Hassoun, a propósito de la transmisión

Hace poco volví a encontrarme con el texto Los contrabandistas de la memoria de Jacques Hassoun (1936-1999).

Quiero compartir con ustedes algunos fragmentos de este texto para ubicar el peso de la transmisión en la historia de las generaciones y su incidencia en los síntomas que un sujeto trae a la consulta.

En cada uno de nosotros palpita la necesidad de transmitir íntegramente a nuestros descendientes aquello que hemos recibido.

Somos todos portadores de un nombre, de una historia singular (biográfica), ubicada en la historia de un país, de una región, de una civilización.

Somos sus depositarios y sus transmisores.

Somos sus pasadores.

Que seamos rebeldes o escépticos frente a lo que nos ha sido legado, y en lo que estamos inscriptos, que adhiramos o no a esos valores, no excluye que nuestra vida sea más o menos deudora de eso, de ese conjunto que se extiende desde los hábitos alimenticios a los ideales más elevados, los más sublimes y que han constituido el patrimonio de quienes nos han precedido.

Que una generación haya conocido grandes conmociones históricas o no, que otro haya padecido o elegido el exilio, no es indiferente. Ser fiel a una tradición familiar y verse obligado a cambiar de rumbo no es indiferente.

¿Esto significaría que se produjo una ruptura radical con sus convicciones antiguas? De ninguna manera.

[…]

¿Esto quiere decir que estamos condenados a reproducir? ¿Que la transmisión recibida y ofrecida como herencia supone el eterno retorno? Probablemente no… Esa tendencia a fabricar loros o clones no es intrínseca a la transmisión.

Lo que me resulta apasionante en la aventura propia de la trasmisión es precisamente que somos diferentes de quienes nos precedieron  y que nuestros descendientes es probable que sigan un camino sensiblemente diferente del nuestro. Y sin embargo es allí, en esta serie de diferencias, donde inscribimos aquello que transmitiremos.

Un  paso más me permitiría afirmar algo que es más que paradójico: una transmisión lograda ofrece a quien la recibe un espacio de libertad y una base que le permitirá abandonar (el pasado) para (mejor) reencontrarlo.

Desprenderse de las generaciones precedentes para reencontrar la verdad subjetiva de aquello que verdaderamente contaba para quienes, antes de nosotros, amaron, desearon, sufrieron o gozaron con un ideal. ¿No es lo que podemos llamar una transmisión lograda?

¿Acaso ahorra un sufrimiento ser a la vez diferente y parecido?

[…]

Siempre hay un desgarro en la tensión existente entre una transmisión, por más lograda que ésta sea, y un deseo que intenta situar al sujeto en el espacio mismo de su verdad, de su vida , de su existencia.

Además, transmitir equivaldría tal vez a tener en cuenta que jamás evitaremos a nuestros descendientes el hecho de que su camino esté sembrado de obstáculos cuando intenten conciliar la historia pasada con lo actual de su deseo subjetivo.

 

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