Psicoanálisis y neurociencias

En el último tiempo se escribe, en distintos medios, sobre el aporte de las neurociencias a las problemáticas de la conducta. Ofrecidas como una solución rápida, pragmática y sin sufrimiento, se presentan como una alternativa superadora del psicoanálisis, pero ¿lo son realmente? 

Organismo y lenguaje

Para las neurociencias, la naturaleza del ser humano es perceptual, responde a las percepciones de los diferentes centros nerviosos. Sus defensores pregonan las terapias cognitivo-conductuales, que junto con otras psicoterapias son servidores de primera línea de una ilusión: la pulsión sería un instinto y, como tal, se podría dominar.

Según ellos, el instinto busca satisfacción en un objeto real. Por eso, apuntan al objeto de la necesidad biológica que existiría para producir, dejar de producir, consumir o dejar de consumir.

En este discurso científico totalizante se pretende abolir al psicoanálisis como a un instrumento obsoleto de la batalla terapéutica.

Las terapias ofrecen variedad de alternativas para resoluciones rápidas en un número cada vez más acotado de sesiones, de acuerdo a las leyes del mercado de la salud.

Dado que el psicoanálisis opera sobre un sujeto que la ciencia excluye, los psicoanalistas tratamos lo que resulta inabordable para la ciencia: la subjetividad misma.

La medicina actual trabaja sobre la traza química de la sinapsis neuronal, sobre la respuesta endócrina a la angustia; pero eso no decide el destino de un individuo sobre su creatividad, su posibilidad de vivir en sociedad, su lazo al otro.

Las trazas libidinales son, en Freud, la diferencia entre el placer buscado y el encontrado, siempre hay una discordancia. Lo que caracteriza a la pulsión es que no sigue un ciclo biológico, no responde a la necesidad orgánica.

En tanto el sujeto está atravesado por el lenguaje, la necesidad está perdida para siempre. 

El síntoma es para el psicoanalista la oportunidad que tiene el sujeto de saber algo de su verdad.

No hay hombre neuronal, hay organismo, con sus tejidos por un lado y hay, por otro lado, sujeto, que habita la interfase gozante entre organismo y lenguaje.

¿Es compatible el psicoanálisis con la medicación?

El discurso científico y las prácticas parasitarias que lo rodean vienen a tapar los agujeros a gusto del mercado: distintos tipos de psicoterapias y una enorme batería de medicamentos psiquiátricos.

Sin embargo, como analistas no debemos desconocer los efectos de la ciencias. Ellos forman parte de la civilización.

Hay situaciones particulares donde frente al sufrimiento intolerable del sujeto, es necesario que la psiquiatría coloque un fármaco; por ejemplo, frente a un desencadenamiento psicótico. Lo importante para el sujeto en tratamiento es que se pueda continuar trabajando analíticamente. 

No se trata de pensar en la oposición entre medicación y psicoanálisis, sino en cómo trabajar en forma conjunta para abordar determinadas situaciones que se presentan en tratamiento con pacientes graves.

El psicoanálisis y la verdad del sujeto

No hay un acceso directo a la verdad del sujeto, sino que va revelándose y produciendo efectos a lo largo de un tratamiento.

La verdad habla, y por medio de la queja se insinúa, se abre paso. La verdad del lenguaje, es decir del inconsciente, es una revelación.

La irrupción de esta verdad reclama un proceso cuyo tiempo no se puede contabilizar a priori. Por eso, el psicoanálisis va también en sentido opuesto a los requerimientos del mercado de salud y no es comparable con las neurociencias.

La función del psicoanálisis nada tiene que ver con satisfacer instintos o tapar agujeros. Es, en cambio, un espacio en nuestra sociedad donde la cuestión de la verdad puede hacer emergencia acotando el sufrimiento del sujeto.

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