9. El padre que importa en la clínica

¿Qué nos interesa con respecto al padre en la clínica? Esta semana vamos a hacer un recorrido por la metáfora paterna para abrir conceptos volcados en emisiones anteriores.

La metáfora paterna

Una metáfora es un significante que viene en lugar de otro. Al hablar de la metáfora paterna nos referimos, por su funcionamiento, al padre dentro de la cuestión del Edipo.

¿Cómo ubicar a los padres del Edipo más allá del mito, en una lógica? Hay que considerar el lugar de los padres en la estructura, la operación de los padres necesaria para cada tiempo de la infancia.

¿Qué es un padre?

En el desarrollo del pasaje del mito de Edipo a la lógica del Edipo, Lacan puntualiza la función nominante del padre.

Al decir “tú eres mi hijo”, no solo nombra al hijo que ha tenido con su mujer, sino que también hace que su deseo pierda anonimato.

¿Qué nos interesa del padre en la clínica? Nos interesa si estaba o no estaba, si viajaba, si se ausentaba… El padre existe incluso sin estar. Nos interesa el padre como función y su lugar en la familia.

La normalidad del padre en cuanto a si estaba, cómo era, etc., es una cuestión, y la de su posición en la familia es otra.

El padre es el encargado de representar la interdicción: prohíbe y coloca un límite al goce materno.

El padre es el padre simbólico, ya que es la posibilidad de producir metáfora. Aquí de lo que se trata es de poner al padre en cuanto símbolo en lugar de la madre.

El padre, así, prohíbe a la madre y al niño.

Los tres tiempos del Edipo

Por último, vamos a recorrer sucintamente los tres tiempos del Edipo desde la perspectiva de la relación al lugar del padre y su implicancia para las tres estructuras clínicas: neurosis, perversión y psicosis.

Los invito a escuchar y comentar.

Transcripción

Sobre la metáfora paterna

Vamos a hacer un recorrido por la metáfora paterna con el fin de acercarnos a lo que fue para Lacan abordar cuestiones de estructura y para abrir conceptos volcados en las emisiones anteriores.

La metáfora paterna concierne a la función del padre y esta función tiene un lugar amplio en la historia del análisis.

Se encuentra en el corazón de la cuestión del Edipo y ahí está presentificado. Freud lo introdujo muy al comienzo de su teoría, en “La interpretación de los sueños”, inmediatamente después de la muerte de su propio padre.

Lo que revela el inconsciente es, de entrada, el complejo de Edipo. Lo importante es la amnesia infantil que afecta a los deseos por la madre: y al hecho de que esos deseos sean primordiales, esto quiere decir, siempre presentes.

Jacques Lacan hizo un gran esfuerzo a lo largo de su enseñanza para ubicar a los padres del Edipo más allá del mito, en una lógica. Pensar en una lógica nos ahorra creer que los padecimientos de la infancia pueden explicarse con categorías simples, tales como decir que un niño ha tenido mucha o poca madre y entonces eso es la causa de toda la problemática (sería una lectura psicologista) . Esto no alcanza, hay que considerar el lugar de los padres en la estructura, la operación de los padres necesaria para cada tiempo de la infancia.

¿Qué es un padre?

En psicoanálisis, el concepto de padre ingresó como preocupación en la teoría de Freud, pero recién fue encontrando un sitio relevante en la enseñanza de Lacan, al darle otro estatuto al complejo de Edipo.

Lacan hizo un pasaje del mito a la lógica, hasta llegar a la función nominante del padre.

La función nominante reafirma no solo el lugar nombrante del padre, es decir, el dar un nombre a su hijo, sino también el nombre que hace de él mismo padre, esto es, el nombre que le es dado al padre.

Un sujeto es padre por ser nombrado como tal, su lugar se hace dependiente del nombre.

Al decir “tú eres mi hijo” no solo nombra hijo al niño que ha tenido con su mujer, sino que también hace que su deseo pierda anonimato.

Entonces, hablar de Edipo es hablar de la función del padre.

¿Qué nos interesa con respecto al padre en la clínica?

Si estaba o no estaba, si viajaba, si se ausentaba, si era proveedor o no, si se llevaba bien con su mujer, etc.

Se podría pensar que algún exceso de presencia del padre generaría todos los males. La imagen del padre terrorífico era consideraba entonces lesional. En las neurosis se consideró que era más grave cuando era demasiado amable.

Entonces están los padres débiles, sumisos, sometidos, castigados por su mujer, los padres lisiados, ciegos, etc.

El padre existe incluso sin estar. El Edipo puede constituirse también cuando el padre no está presente, porque de lo que se trata es del padre como función y de su lugar en la familia.

No hay que confundir, nos dice Lacan, el padre en cuanto normativo y el padre en cuanto normal.

La normalidad del padre es una cuestión, y la de su posición normal en la familia, otra.

Vamos a introducir el papel del padre:

Al principio, el padre terrible, un padre que interviene en distintos planos. ¿Qué es lo que prohíbe el padre? De entrada prohíbe la madre, que en cuanto objeto es suyo y no del niño. Es el principio del complejo de Edipo. Es aquí donde el padre está vinculado con la ley primordial de la interdicción del incesto.

Es el padre el encargado de representar esta interdicción.

A veces se manifiesta de una manera directa, pero su papel está más allá de esto.

Nos dice Lacan que es mediante toda su presencia, por sus efectos en el inconsciente, como lleva a cabo la interdicción de la madre.

Como sabemos, la relación del niño con su madre es, en el mejor de los casos, muy estrecha y el niño se convierte en objeto de satisfacción para esa madre. La interdicción del padre (“Basta con ese niño, aquí estoy yo, vuelve conmigo”, con todas sus connotaciones) prohíbe, coloca un límite al goce materno, o sea a la satisfacción.

Por lo tanto, en esta etapa, tanto en el niño como en la niña, se establece aquella rivalidad con el padre que por sí misma engendra una agresión.

El padre es el padre simbólico, aquella posibilidad de producir metáfora. Una metáfora es un significante que viene en lugar de otro significante.

¿De que se trata la metáfora paterna?

De lo que se ha constituido como primordial de una simbolización entre el niño y su madre: poner al padre en cuanto símbolo en lugar de la madre.

Es el padre en el complejo de Edipo.

La posición del padre como simbólico no depende del hecho de una serie de acontecimientos como un coito y un alumbramiento. La posición del Nombre del Padre, la calificación del padre como procreador es un asunto en el nivel simbólico, como ya lo hemos visto en la emisión 7 del podcast: “Padre no es quien tiene un hijo (Sobre la función paterna)”.

El deseo de la madre, este deseo del Otro, tiene un más allá. Para alcanzar este más allá se necesita una mediación, y esta mediación la da precisamente la posición del padre en el orden simbólico.

La relación del niño con el falo, significante de la falta, a nivel imaginario se establece porque el falo es el objeto del deseo de la madre.

El padre, en la medida en que priva a la madre del objeto de su deseo, desempeña un papel esencial.

Es en plano de la privación de la madre donde en un momento dado de la evolución del Edipo se plantea para el Sujeto niño la cuestión de aceptar, de registrar o rechazar esa privación materna.

Cuando el padre entra en función como privador de la madre, lo que es castrado no es el Sujeto, sino la madre.

Si el niño no franquea ese punto nodal, no acepta la privación del falo en la madre operada por el padre, mantiene una determinada forma de identificación con el objeto de la madre (el falo).

En este nivel se plantea ser o no ser el falo.

La etapa siguiente del complejo de castración será pasar de tener o no tener.

Lo importante no son las relaciones personales entre el padre y la madre, sino las relaciones de la madre con la palabra del padre, que la madre fundamente al padre como mediador de lo que está más allá de su ley, la de ella y de su capricho, es decir la ley del padre propiamente dicha (es que allí quedaría el niño como un límite frente a ese capricho materno. El padre tiene que sacar al niño de esa ley de ella).

Se trata del Padre en cuanto Nombre del Padre, vinculado con la enunciación de la ley. Es en ese nivel que es aceptado o no es aceptado por el niño como aquel que priva a la madre del objeto de su deseo.

El vínculo de la castración con la ley es esencial.

¿Qué es el temor a la castración?

El objeto privilegiado del niño es la madre y le está prohibida, entonces la agresividad va dirigida al padre.

¿De que se trata la amenaza de castración? Se trata de la intervención real del padre con respecto a una amenaza imaginaria.

El padre prohíbe a la madre y al niño.

Teniendo esto presente ahora vamos a ubicar los tres tiempos del Edipo:

1° Tiempo: Lo que el niño busca, en cuanto deseo de deseo es poder satisfacer el deseo de su madre, es decir ser o no ser el objeto de deseo de la madre.

El sujeto se identifica en espejo con el objeto de deseo de ella.

Es la etapa fálica primitiva, al estar la primacía del falo, el niño capta que para gustarle a la madre, basta y es suficiente con ser el falo.

El no poder constituirse en objeto de deseo para ella tiene como efecto la problemática de las psicosis. Podemos pensar en el Nombre del Padre y la inscripción fálica para esa madre.

2° Tiempo: El padre interviene en calidad de mensaje para la madre: “No”. Mensaje de interdicción. Si no se juega la entrada del padre como interdictor, nos encontramos con la perversión.

El padre está como metáfora si, y solo si, la madre lo convierte en aquel cuya sola presencia sanciona la existencia del lugar de la Ley.

3° Tiempo: De esta etapa depende la salida del Edipo.

El falo, el padre ha demostrado que lo daba solo en la medida en que es portador de la Ley. Puede dar o negar porque tiene el falo.

El padre interviene en este tercer tiempo como el que tiene el falo y no como el que lo es, y por eso reinstaura la instancia del falo como objeto deseado por la madre.

El padre puede darle a la madre lo que ella desea porque lo tiene.

Interviene el plano de la potencia. Por eso la relación de la madre con el padre vuelve al plano real, o sea al plano de lo genital, en un más allá del niño.

Si puede establecerse esta relación que es fecunda, es porque el niño es desalojado de aquella posición ideal donde él y su madre podían satisfacerse.

Esta etapa supone para el niño aquella identificación con el padre y el título en el bolsillo para ser usado más adelante: tiene los títulos para ser hombre, ya que todavía es niño para ponerlo en juego.

Así, el complejo de Edipo, desde su tiempo llamado preedípico hasta el final, implica la relación al lugar del padre y es fundamental para ubicar la neurosis, la perversión y la psicosis.

Como lo planteé anteriormente en las psicosis y la perversión se juega lo preedípico y en la neurosis porque es posible la intervención paterna se pone en juego ese pasaje al padre, que no es sin fallas y eso hace a los síntomas neuróticos.

Para las psicosis queda forcluido el Nombre del Padre, no hay inscripción fálica y para la perversión el Nombre del Padre entró en el simbólico pero toda la cuestión se juega con el falo, al no darse la intervención paterna.

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