La actualidad del descubrimiento freudiano

A propósito del aniversario del nacimiento de Freud, ocurrido hace unas semanas, una recuperación del valor actual de su descubrimiento.

El 6 de mayo se cumplieron 162 años del nacimiento de Sigmund Freud.
En 1956, para el aniversario número 100, Jean Delay le pidió a Lacan, que tomara la palabra en un homenaje que se llevaba a cabo en el hospicio de la Salpêtrière, en París. Aquel era un lugar muy particular para la vida de Freud, ya que muy joven había ido allí desde Viena para escuchar al maestro Charcot, y de allí partió su interrogación por la histeria.
Lacan tituló su discurso “Freud en el siglo”, y ya en el comienzo, unido al nacimiento del maestro, nos dice algo del nombre. Freud significa ‘alegría’ (Freude).
Anticipa con esto una articulación al recordar que la familia de Freud debió elegir ese nombre entre una lista, a causa de un edicto de José II de 1787 por el cual los judíos debían cambiar su apellido para no ser excluidos de las actividades públicas.
“Señalo esto —dice Lacan— para que recordemos que a través de la asimilación cultural de los significantes ocultos persiste la recurrencia de una tradición literal”. Esto estructuró la forma en que Freud respondió las preguntas que se formulaba. Freud respondió desde la asimilación cultural y, al mismo tiempo, desde el reconocimiento de su pertenencia al pueblo judío.
Lacan nos va señalando el valor del descubrimiento freudiano, una verdadera revolución.
Coloca un punto crucial, que tiene actualidad hasta hoy: el relieve y el peso de la obra de Freud. Nos dice que el descubrimiento está borrado, y nos recomienda unir a la lectura de la bibliografía analítica “una dosis proporcional de lectura de Freud mismo. Verán resplandecer la diferencia”.
¿Qué nos abre la obra de Freud?
Lacan nos lleva al libro de los sueños, a la Traumdeutung, para decirnos que Freud habla del significante aunque no lo enuncie así; él lo ubicaba como juego de sílabas, de palabras.
La originalidad de Freud es el descubrimiento del inconsciente, de la pulsión y el recurso a la letra, la transferencia.
Al final de su vida nos plantea un concepto fundamental, la pulsión de muerte, que conlleva un cambio en la clínica con el concepto de repetición.
¿Cómo atrapar el valor de este concepto que se nos escapa todo el tiempo? La repetición es insistencia de una palabra.
El hombre es el sujeto “capturado y torturado por el lenguaje”. El propio Freud sabía de las dificultades de sus formulaciones y de los desvíos a que daban lugar.
Ya en el seminario “El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica”, luego de tomar el valor del significante y la estructura de lo simbólico, Lacan nos trae una clase sobre la enseñanza del psicoanálisis. Nos dice que es muy problemática en ese momento: desde que asume la posición de ser el que enseña, un profesor nunca se queda callado.
¿Cuál es la enseña que se enseña?
Lacan apunta a que cada uno de los que lo escuchan en su seminario, a su manera, diga, pregunte. Nos habla de una experiencia necesaria, que es exponerse a hacer una pregunta. Esto tiene que ver con la posición del analista, con una posición frente a la falta.
Según Lacan, el psicoanálisis se encuentra en crisis porque hay un desvío de la teoría freudiana al colocar el yo como centro. “Lo que les enseño está destinado a cuestionar la situación del Yo”. Esta es la situación del psicoanálisis, la dificultad que plantea Lacan en esos tiempos. Bien vale también para nuestro tiempo, con las coordenadas que nos atraviesan: el mundo globalizado, la sobrevaloración de la imagen, la exacerbación del narcisismo y el individualismo, la imposibilidad del lazo social, la caída del lugar del padre.
El retorno al Yo como centro y medida no está implicado en absoluto el discurso de Freud. Él nos muestra el Yo como un espejismo, como una serie de identificaciones. Coloca el lugar del sujeto del inconsciente apresado en la cadena de los símbolos.
El mundo del símbolo es el fenómeno de la insistencia repetitiva.
Lacan entonces, al abordar el problema de las relaciones entre la pulsión de muerte y la repetición, nos va hablar del deseo y del lenguaje.
Esto es lo que Lacan a esta altura de la enseñanza lleva adelante: ni más ni menos que la enseñanza del descubrimiento freudiano.
El retorno a Freud fue su “enseña”, su bandera, en eso estuvo embarcado y nos dejó la posta para continuar ese camino.

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