El trabajo del analista: más allá de lo imaginario, lo simbólico

¿Qué es el sujeto en relación con el yo?

Si tomamos el sentido freudiano del término, el sujeto del inconsciente es el sujeto que habla, y ese sujeto que habla está más allá del yo.

Lacan nos permite ubicar la diferencia desde su aporte del término moi, para designar al yo de las identificaciones imaginarias y del término je para el sujeto del inconsciente, el sujeto en su función simbólica.

El yo (je) no es el yo. El sujeto no es el individuo.

La esfera de las relaciones de la conciencia está hecha de una estructura que llamamos yo y en torno a la cual se centra la relación imaginaria.

Esta relación nos muestra que el yo nunca es solamente el sujeto, sino que es, en esencia, relación con el otro, que parte del otro y obtiene en él su punto de apoyo. Es desde el sujeto primitivamente desacorde, fragmentado por el ego, desde donde todos los objetos son deseados, como lo hemos visto en artículos anteriores sobre el estadío de espejo y la agresividad en psicoanálisis.

El sujeto no puede desear sin disolverse a sí mismo y sin ver cómo a causa de esto el objeto se le escapa en una serie de desplazamientos infinitos.

Por otro lado, de la tensión entre el sujeto —que no puede desear sin estar fundamentalmente separado del objeto— y el ego, parte la mirada hacia el objeto.

No olvidemos que la tensión tiene que ver con lo pulsional, y esa agresividad con la pulsión de muerte.

Esas tendencias del sujeto atravesadas y estructuradas como significantes se despliegan más allá de lo real, en los juegos de retruécanos, los chistes, los juegos de palabras, es decir, en lo simbólico

Más allá de la relación imaginaria está ese “quién es el sujeto” que no conocemos, donde toda intersubjetividad está ausente.

Lacan utiliza el cuento de Edgar Allan Poe “La carta robada” para mostrarnos el valor de lo simbólico.

Nos advierte que Freud, en Psicopatología de la vida cotidiana, es el primero en darse cuenta de que un número tomado al azar rápidamente hará surgir cosas que remiten al sujeto.

Si admitimos esto, nos dice Lacan, es preciso plantear que el azar no existe.

Freud nos dice: “Si a ciertas insuficiencias de nuestras operaciones psíquicas y a ciertos desempeños que parecen desprovistos de propósito se les aplica el procedimiento de la indagación psicoanalítica, demuestran estar bien motivados y determinados por unos motivos no consabidos a la conciencia”.

Lo que un sujeto toma al azar refleja el automatismo de repetición en cuanto este se sitúa más allá del principio del placer. En el punto de partida del psicoanálisis este más allá es el inconsciente en tanto no podemos alcanzarlo: el más allá de la significación.

Ese efecto simbólico es lo característico del sujeto del inconsciente. La entrada del significante que horada lo real supone una apuesta. La apuesta está en el centro de toda pregunta fundamental acerca del pensamiento simbólico.

La lógica significante está formada, por un lado, por un juego de presencias y ausencias, y no hay juego si no hay pregunta, que a su vez depende de una estructura. La pregunta está compuesta y organizada por la estructura.

En sí mismo, el juego del símbolo, representa y organiza independientemente ese algo llamado sujeto.

El sujeto no fomenta este juego: ocupa en él su lugar y desempeña allí su papel. Se halla siempre en varios planos, apresado en redes que se entrecruzan.

Por otra parte, la lógica significante también implica una cadena, un orden de sucesión. El sujeto mismo es un elemento de esa cadena que, desplegada, se organiza de acuerdo a leyes.

Por eso, una vez constituida la cadena simbólica, bajo la forma de unidades de sucesión, se introduce una unidad significativa, y ya no puede salir cualquier cosa en las asociaciones.

Esto es lo simbólico: ley, orden, pacto, sucesión.  

“No hay en lo psíquico —dice Freud— nada que sea producto de un libre albedrío, que no obedezca a un determinismo. Lo que se deja libre de un lado recibe su motivación desde otro lado, desde lo inconsciente, y de este modo se verifica sin lagunas el determinismo en el interior de lo psíquico.

“No hay azar en nada que hagamos con la intención de hacerlo al azar”.

La intersubjetividad no puede ser eliminada, de modo que el analista debe escuchar, más allá de toda intersubjetividad, la insistencia repetitiva o sea el significante que insiste.

En este sentido, seguimos a Lacan cuando afirma que de lo que se trata en Freud es de “un saber que no comporta el menor conocimiento, en cuanto que está inscrito en un discurso del cual, a la manera del esclavo-mensajero del uso antiguo, el sujeto que lleva bajo su cabellera su codicilo que lo condena a muerte no sabe ni su sentido ni su texto…”.

Lacan nos presenta “La carta robada” (en francés “La Lettre volée”, donde lettre es una palabra polisémica: es “carta” y es “letra”) para hacernos transmisión del valor del significante, mostrándonos sus desplazamientos y su función, similares a los de la lettre en el cuento.

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