39. La transferencia: la singularidad de la relación de amor

La transferencia es evidencia del inconsciente, y en el comienzo de la experiencia analítica estuvo el amor.

Freud no creía que se tratase de un verdadero amor, sino que entendió la transferencia como efecto de la cura. A partir de allí nació el psicoanálisis.

Lacan nos propone colocar la interrogación en el fenómeno de la transferencia.

El amor, en cuanto efecto de la transferencia, surge en un segundo tiempo tras la suposición de saber. La entrada en la transferencia produce el efecto sorpresivo del amor.

Lacan va a poner en cuestión el concepto de intersubjetividad y nos dirá que es lo más ajeno al encuentro analítico.

En relación a este punto, Lacan nos advierte para evitar toda situación de consuelo, consejo o seducción. Esa intersubjetividad es dejada en reserva de parte del analista para que aparezca la transferencia.

El dispositivo analítico no es un lecho de amor. En el fondo de la relación analítica se trata de que el analista muestre lo que falta, lo que le falta al sujeto.

De lo que se trata en el deseo es de un objeto, no de un sujeto. Con estos términos, Lacan pone a rodar la transferencia para ver las consecuencias en lo más íntimo de nuestra práctica.

La transferencia es el automatismo de repetición. Introducir la vía del amor es introducirnos en la transferencia por otro lado.

Lacan nos aporta que en la neurosis, si el analista interpreta e interviene en la transferencia, tiene que hacerlo desde la posición que la misma transferencia le otorga.

A la transferencia y la interpretación les antecede un elemento muy importante: el deseo de analista.

El analista apunta a que se anude ese amor a los significantes del psicoanálisis, al saber, para hacer surgir el inconsciente.

Así, se da una singularidad en la relación de amor que cada análisis revela, con consecuencias sobre la transferencia y su salida.

Por esta singularidad existen tantos analistas como analizantes.

Los invito a escuchar.

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