La agresividad en la experiencia clínica (segunda parte)

En la segunda parte de nuestra lectura de “La agresividad en psicoanálisis”, veremos cómo Lacan ubica la agresividad en la relación del yo con el semejante y da cuenta del juego pulsional en el tiempo de la constitución imaginaria.

Continuamos nuestro recorrido por el texto lacaniano “La agresividad en psicoanálisis”.

En la primera parte de nuestra lectura, veíamos cómo Lacan nos presenta una diferencia entre agresividad y agresión; se refiere a la agresión que se pone en juego en los actos violentos, a la violencia.

Retoma el concepto freudiano de ambivalencia de los afectos, este juego de amor y odio, transformación de amor en odio y de odio en amor; como movimientos de la pulsión.

La agresividad queda ubicada en la relación del yo con el semejante.

Habíamos dejado en un punto de la tesis IV, donde ubica la relación con el semejante.

La organización original de las formas del yo y del objeto queda afectada por su estructura misma y llega también a la organización del tiempo y del espacio. Todo esto configura el estadío del espejo.

En un primer plano, como veíamos, la experiencia de sí, en cuanto se refiere al semejante, se desarrolla a partir de una situación que es vivida como indiferenciada.

Alrededor de los ocho meses, cuando el niño está frente a su semejante (un otro con un margen de dos meses y medio de edad), observamos gestos con los que espeja el gesto del otro; por ejemplo, levanta la mano como el otro. Se adelanta así a su condición motora.

El niño “anticipa en el plano mental la conquista de la unidad funcional de su propio cuerpo, todavía inacabado en ese momento en el plano de la motricidad voluntaria”.

Lacan ubica aquí una dialéctica de la identificación imaginaria.

En los primeros meses de vida se da un fenómeno de percepción de la forma humana, y más temprano, antes de los diez días, de percepción del rostro humano.

Pero cuando el niño encuentra su imagen en el espejo y se da un reconocimiento que implica la subjetividad, aparecen signos de júbilo. Se trata de un momento diferente a la sola percepción de la imagen.

Entonces, de los seis meses a los dos años y medio hay toda una dialéctica con el semejante, donde se dan mociones afectivas y consecuencias estructurales de un transitivismo que hasta allí no se daba.

Nos dice Lacan en relación al semejante: “es en una identificación con el otro como vive toda la gama de las reacciones de prestancia y de ostentación, de las que sus conductas revelan con evidencia la ambivalencia estructural, esclavo identificado con el déspota, actor con el espectador, seducido con seductor”.

Tesis V: Semejante noción de la agresividad como una de las coordenadas intencionales del yo humano, y especialmente relativa a la categoría del espacio, hace concebir su papel en la neurosis moderna y en el malestar en la civilización.

Lacan coloca de entrada la preeminencia en nuestra civilización de la agresividad, que queda confundida como una virtud de fortaleza.

La agresividad se mantiene y se expresa según la moral de cada época.

Es una visión desde “El malestar en la cultura”, de Freud, con la presencia de la pulsión de muerte como destructividad.

Lacan nos habla de las distintas formas en que los hombres destruimos el mundo, nuestro espacio. Coloca también la caída del superyó y de los ideales que hoy conocemos bajo las formas más degradadas.

El progreso y avance de la civilización siempre está en relación a las guerras.

Entre la tensión subjetiva del desvalimiento, ese desgarro original, ese temor narcisista, y la pulsión de muerte.

Lacan relaciona la agresividad con la neurosis moderna y el malestar en la civilización.

¿Qué es esto que nos habita? Freud nos dice en “El malestar en la cultura”: “El ser humano no es un ser amable, manso, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual sino una tentación para satisfacer en él la agresión. La existencia de estas inclinaciones agresivas es el factor que perturba nuestros vínculos con el prójimo y compele a la cultura a realizar su gasto de energía. Pero este afán cultural no ha conseguido gran cosa hasta ahora…”

“La agresividad en psicoanálisis” nos trae la tensión agresiva que se da en la constitución del imaginario en la relación al semejante.

Esto se va a poner en juego en la transferencia, como hemos visto en las primeras tesis planteadas por Lacan. Si la agresividad es constitutiva, ¿con qué montante de pulsión de muerte nos encontramos y debemos maniobrar?

Como la constitución del imaginario no sólo se trata del yo (moi), sino de los objetos y del tiempo, nos da una nueva vuelta al malestar en la civilización.

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