13. Cómo se lee un delirio – El caso Aimée, parte II
En un caso que toca algo del comienzo para cada uno de nosotros, Lacan recupera una forma de trabajo eminentemente freudiana: escuchar el texto del delirio en busca de sus motivos y de cómo estos se anudan en la historia del sujeto.
Hoy continuaremos con Aimée, el caso con el que Lacan ingresa al psicoanálisis.
[Aquí la primera parte: Empezar la práctica clínica por la psicosis]
Aunque en la década de 1930 la enseñanza de Freud ya estaba en marcha, la psiquiatría organicista tenía un gran peso.
En este contexto, Lacan presenta —recuerden que el caso Aimée es su tesis para recibirse de psiquiatra— un desarrollo eminentemente freudiano y una perspectiva diferente del caso clínico, lo que abre un camino, en principio para él mismo.
Por eso este caso toca algo del tiempo de comienzo de cada uno de nosotros, cómo los conceptos del psicoanálisis revolucionan a cada uno en la práctica que iniciamos.
En esta emisión, vamos a recorrer brevemente la historia de Aimée y los temas de su delirio.
Este camino nos va a brindar un acercamiento a cómo Lacan, valiéndose de la teoría psicoanalítica, construyó este caso buscando elementos, entrevistando a la familia, tratando de enlazar la construcción del delirio para ir encontrando sus causas.
Se trata de una forma de trabajo eminentemente freudiana, tal como lo muestra el caso Schreber.
Estos casos nos permiten acercarnos a qué es un delirio, a por qué decimos que un delirio es una construcción, a qué quiere decir que se va tejiendo con elementos y personajes de la vida del sujeto, y por qué podemos afirmar que el delirio contiene la verdad de la estructura.
El delirio de Aimée, en particular, muestra la gama completa de los temas paranoicos: los delirios de persecución y de grandeza.
- Dentro de los temas de persecución:
- ideas de celos,
- ideas de perjuicio,
- interpretaciones delirantes.
- Dentro de los temas de grandeza:
- ser encomendada para una misión social,
- ser llamada a realizar el reinado del bien,
- una gran preocupación por la suerte de los pueblos,
- ideas erotomaníacas sistematizadas sobre un personaje de sangre real (el príncipe de Gales).
Los invito a escuchar y a comentar.
Transcripción
Los comienzos de la clínica psicoanalítica. Parte 2.
Hoy seguiremos con el caso Aimée desde el atentado hasta la actitud de la enferma en cuanto a la historia de su delirio. Recordar los temas delirantes le provoca cierta vergüenza. Y uno en especial que no perdió validez “hice eso, porque querían matar a mi hijo”. Esta es la frase fundamental que recorre todo el tiempo.
¿Por qué seguiremos con la historia y los temas del delirio?
Fundamentalmente esto importante porque primero es el comienzo del psicoanálisis lacaniano, por un lado. Por otra parte toma la concepción de la psicosis, es un texto interesante porque, Lacan contaba con los textos de Freud, el trabajo de Schreber y avanzó mucho más. En el momento que estaba Lacan, la concepción de la locura, se ubicaba en la teoría organicista. Así que lo que él realmente ubicó ahí en el texto de Aimée, unido a la historia, a los temas del delirio y el valor del delirio, cómo se teje y cómo va encontrando, cómo va tomando de la realidad los distintos elementos… Nos muestran una riqueza importante para el comienzo de la práctica. Esas son realmente las razones.
Seguiremos con la historia y los temas del delirio
El delirio de Aimée ofrece la gama casi completa de los temas paranoicos. Se combinan los temas de persecución y de grandeza.
Los de persecución se expresan con ideas de celos de prejuicios, en interpretaciones delirantes típicas. Los temas de grandeza se traducen en sueños de evasión hacia una vida mejor, en intuiciones de tener que llevar a cabo una misión social y en una erotomanía sistematizada sobre un personaje de sangre real.
Veremos cómo fueron apareciendo.
A la edad de 28 años, o sea 10 años antes de su última internación comenzaron los trastornos. Llevaba casada 4 años, tenía un trabajo en la misma oficina de su marido y estaba embarazada por primera vez.
Aimée tiene la impresión de que cuando hablan entre sí sus compañeras de trabajo, es para hablar mal de ella: critican sus acciones, calumnian su conducta y le anuncian desgracias. En la calle la gente murmura cosas contra ella y le demuestran su desprecio. En los periódicos reconoce alusiones contra ella.
Le había hecho la escena de celos a su marido, desprovista de motivos: “¿Por qué me hacen todo esto? Quieren la muerte de mi hijo. Si esta criatura no vive, ellos serán los responsables”.
La enferma cuenta que durante sus embarazos estaba triste, y su marido tomaba a mal sus melancolías y se enojaba porque ella había andado con otro antes de conocerlo.
Sueña con ataúdes y presenta toda clase de reacciones que son observados con alarma por su familia y vecinos.
Un día revienta a navajazos los dos neumáticos de la bicicleta de un compañero de oficina. Una noche se levanta y le echa a su marido una jarra de agua por la cabeza; en otra ocasión le tira una plancha doméstica.
Mientras tanto colabora con la confección de la cunita con el bebé esperado, da a luz una niña que nace muerta. Este episodio produce una gran conmoción en la enferma, y les imputa la desgracia a sus enemigos y coloca toda la responsabilidad en una mujer que ha sido su mejor amiga.
Esta mujer, trabajaba en una ciudad muy lejana, se comunicó por teléfono poco después del parto y Aimée encontró muy extraña la situación. La cristalización hostil hacia la amiga se inicia en este momento (fue el comienzo de colocarla como perseguidora, a eso refiere al decir que cristalizó).
En ese mismo tiempo Aimée interrumpe bruscamente las prácticas religiosas que hasta entonces conservaba. Permanece hostil, muda, encerrada en sí misma durante días enteros.
El segundo embarazo también con depresión y ansiedad, con el mismo delirio de interpretación. El niño nace y ella se entrega a cuidarlo con un ardor apasionado, nadie más que ella se ocupará del bebé hasta los 5 meses. Le da el pecho hasta los 14 meses, durante el amamantamiento, se va haciendo más interpretante, hostil para con todo el mundo, peleadora. Todos amenazan a su hijo. Se produce un incidente con unos automovilistas a quienes acusa de haber pasado muy cerca del cochecito de su bebé, lleva el caso a los tribunales.
A espaldas del marido ha presentado una carta de renuncia en la compañía y pidió un pasaporte para los Estados Unidos, utilizando un documento falso para que la autoricen a salir con el niño. Quería probar fortuna en los Estados Unidos: va a ser novelista.
La hermana le pide que renuncie a esa idea y dice Aimée: “tramaron un complot para arrancarme a mi hijo e hicieron que me encerraran en una casa de salud” se trata de la primera internación.
Sale de la clínica no curada, solo mejorada a pedido de los familiares. Cuida a su hijo, pero no quiere reincorporarse al trabajo en su oficina. Pide ser trasladada a París, más o menos cerca de seis años antes del atentado. Es en este tiempo donde se construye la organización delirante que precede al acto.
Según ella, la actriz, su víctima amenazó la vida de su hijo.
Cabe esta pregunta, ¿cómo armó esta creencia?
Antes del atentado, Aimée nunca tuvo contacto directo con la actriz.
Un día oí, dice Aimée, que mis colegas hablaban de ella, entonces comprendí que era ella la que estaba en contra de nosotros. Todos estaban de acuerdo en declararla fina y distinguida. Yo protesté, diciendo que era una puta.
Aimée reconoce que, a raíz de su llegada a París, vio por lo menos en dos ocasiones a la señora Z. en sus funciones de actriz, una vez en el teatro y la otra vez en la pantalla. Pero es incapaz de recordar qué obra se representaba en el teatro, El argumento de la película se le escapa igualmente, si bien tenemos razones para pensar que no puede tratarse más que de una novela cuyo autor es precisamente P.B., su principal perseguidor. Sea como fuere, el delirio interpretativo prosigue su marcha.
Lacan va escuchando y va armando de manera clara, cómo se nutre y se va armando el delirio.
Estas interpretaciones surgen de la lectura de los periódicos y de los carteles, así como de la vista de las fotografías publicitarias. Todo le hace signo.
«Ciertas alusiones, ciertos equívocos en el periódico me fortificaron en mi opinión», escribe la enferma.
Una vez, la enferma tiene noticia de que la actriz viene a actuar en un teatro que está muy cerca de donde ella vive, y la noticia la agita muchísimo. «Es para provocarme.» Todos los elementos turbios de la actualidad son utilizados por el delirio. El asesinato de Philippe Daudet es evocado con frecuencia por la enferma. Alude a él en sus escritos. La enferma ve en sueños a su hijo «ahogado, asesinado, raptado por la G. P. U.» Cuando despierta, se halla en un estado de ansiedad extrema. Está en verdad esperando de un momento a otro el telegrama en que se le va a decir que la desgracia ya ha ocurrido. Más o menos un año antes del atentado, según nos cuenta una de sus compañeras de trabajo, Aimée está obsesionada por la amenaza que la guerra significa para su hijo. Este miedo se expresa con tal inminencia que, considerando la corta edad de su hijito, todos se burlan de ella, y esta conversación llega a ser una de sus raras expansiones. «Temía mucho por la vida de mi hijo -escribe la enferma-, si no, le sucedía una desgracia ahora, le sucedería más tarde, a causa de mí, y yo sería una madre criminal.» Este punto de una madre criminal es central, tiene que ver con el deseo de muerte que tiene ella por su hijo. El delirio ahí la defiende y también se defiende yéndose a vivir a otro lado, y defiende a su hijo también.
La futura víctima no es la única perseguidora. Así como ciertos personajes de los mitos primitivos se revelan como «dobletes» de un tipo heroico, así detrás de la actriz aparecen otras perseguidoras, cuyo prototipo último, según habremos de ver, no es ella misma.
Esas otras perseguidoras son Sarah Bernhardt, estigmatizada en los escritos de Aimée, y la señora C., esa novelista contra la cual quería publicar artículos en un periódico comunista. Así pues, es fácil ver cómo la perseguidora «seleccionada» por Aimée, o sea la señora Z., tiene un valor más representativo que personal. La señora Z. es el tipo de la mujer célebre, adulada por el público, la mujer que «ha llegado» y vive en el lujo. Estos puntos tienen que ver con el ideal que ella tenía.
Parecido a ese enigma es un segundo enigma, o sea el planteado por la implicación del novelista P. B. en el delirio de Aimée. Ya hemos visto cómo, en sus primeras declaraciones, hechas bajo el impulso de la convicción todavía persistente, este perseguidor figuraba en el primer plano de su delirio. Se podría pensar, de acuerdo con ciertas expresiones empleadas por la enferma, que la relación delirante, en un principio, fue aquí de naturaleza erotomaníaca, y que posteriormente pasó a la etapa de despecho. En el informe del doctor Truelle se puede leer, en efecto, que según ella fue P. B. quien «la obligó a abandonar a su marido»; «se daba a entender que ella estaba enamorada de él, se decía que eran tres». Esta línea de los perseguidores termina hasta con el príncipe de Gales, luego lo veremos con el delirio de grandeza.
Retomamos un punto importante, el valor de volver al texto de Aimée, todo el valor que tiene este punto cuando Lacan en los ’70 aún dice que no se mueve un ápice de lo que construyó. A pesar de que no llevaba adelante el tratamiento de Aimée, solo realizaba entrevistas, pero si el valor que le da el delirio y el valor de lo que pudo construir alrededor de los delirios, de ahí el valor de todos los elementos que aparecen en el delirio y que están anudados a la historia de la sujeto.