Pierre Menard y el humor de Borges

Frente al sufrimiento y desvalimiento del hombre, un poco de humor.

Para iniciar una serie de artículos acerca del humor desde el psicoanálisis, les propongo la lectura de un cuento de Jorge Luis Borges: “Pierre Menard, autor del Quijote” (1939).

El cuento, ampliamente conocido, presenta a un supremo escritor, cuya obra se divide en dos categorías: la visible y la “subterránea” o “heroica”, llamada también “inconclusa”.

El foco estará puesto en esta última. El texto nos dice: “Esa obra, tal vez la más significativa de nuestro tiempo, consta de los capítulos noveno y trigésimo octavo de la primera parte del Don Quijote y de un fragmento del capítulo veintidós”.

“Quienes han insinuado que Menard dedicó su vida a escribir un Quijote contemporáneo, calumnian su clara memoria”.

“Inútil agregar que no encaró nunca una transcripción mecánica del original; no se proponía copiarlo. Su admirable ambición era producir unas páginas que coincidieran ­palabra por palabra y línea por línea­ con las de Miguel de Cervantes”.

“‘Mi empresa no es difícil, esencialmente’ leo en otro lugar de la carta. ‘Me bastaría ser inmortal para llevarla a cabo’”.

“Es una revelación cotejar el Don Quijote de Menard con el de Cervantes. Éste, por ejemplo, escribió (Don Quijote, primera parte, noveno capítulo):

‘…la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir’.

Menard, en cambio, escribe:

‘…la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir’”.

“Dedicó sus escrúpulos y vigilias a repetir en un idioma ajeno un libro preexistente. Multiplicó los borradores; corrigió tenazmente y desgarró miles de páginas manuscritas”.

“Recuerdo sus cuadernos cuadriculados, sus negras tachaduras, sus peculiares símbolos tipográficos y su letra de insecto. En los atardeceres le gustaba salir a caminar por los arrabales de Nîmes; solía llevar consigo un cuaderno y hacer una alegre fogata”.

Hasta aquí, algunos párrafos del cuento.

Horacio Salas en su libro Borges, una biografía (1994), dice de este cuento: “más que texto fantástico, es una indagación filosófica, es la posibilidad de esa ímproba tarea sólo apta para un ser inmortal. Se trata de un trabajo altamente improbable para la precariedad de un hombre”.

Roberto Alifano, en El humor de Borges, recopila anécdotas y charlas con su maestro. Nos dice de él: “nos enseñó a vivir de una manera inteligente, no deteniéndose ante las miseria de la vida, sino a través de una visión afable y risueña”.

En una charla con el escritor donde lo interroga sobre el humor, Borges le responde que se hace humor con lo obvio, y para eso se necesita mucho ingenio.

En relación con el personaje Pierre Menard, Borges le cuenta que muchos lectores creen que tuvo existencia real.

Define al personaje como una persona inteligente que llegó a la conclusión que hay demasiados libros, que acordar con la copia es una forma de cultura, una forma de respeto y una suerte de resignación.

Este cuento tiene una buena cuota de humor. Borges relata que cuando escribió el cuento el personaje se le presentó muy confuso.

“Pierre Menard estaba realizando una tarea vana, busca la difícil empresa de escribir Don Quijote, no busca componer otro Quijote”.

Ahí está la idea de que no inventamos nada; de que todo responde a la memoria. Se trabaja con el olvido.

En una anécdota conocida, Borges sitúa las coordenadas en que escribió este cuento: “En la Nochebuena de 1938 tuve un accidente, cuando subía la escalera, me llevé por delante una ventana. La herida se me infectó y se produjo septicemia y estuve casi un mes entre la vida y la muerte. Luego cuando me curé temía por mi integridad mental. Me dije: si puedo escribir, es que estoy bien. Así se me ocurrió Pierre Menard, una especie de broma que llegó a confundir a mucha gente”.

La vida, la muerte, lo imposible, lo inconcluso, la caducidad del fin, la castración, y ahí el recurso del humor.

Los invito a leer el cuento completo. En el próximo artículo seguiremos pensando el humor desde los aportes del psicoanálisis.

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