La sexualidad infantil en Freud

A continuación de las últimas publicaciones, y antes de avanzar, nos es imprescindible dar un pantallazo a los textos freudianos que toman el concepto de sexualidad. Hoy tomaré “Tres ensayos de teoría sexual”, escrito en 1905 al igual que el caso Dora.

La pulsión

En 1897, Freud ya le anuncia a Fliess (carta 69) que se vio obligado a abandonar la teoría de la seducción y le cuenta su descubrimiento del complejo de Edipo (cartas 70 y 71). Estas cuestiones lo llevan a elaborar que en los niños pequeños operan impulsos sexuales sin ninguna necesidad de estimulación externa.

A partir del estudio de las perversiones llega al concepto de “pulsiones parciales”. Define a la pulsión como la “agencia representante psíquica” de una fuente de estímulos intrasomática continua.

La pulsión, entonces, es un representante psíquico, energía continua, y la fuente es interna.

La fuente es un proceso excitatorio en el interior, y las excitaciones sexuales provienen de las zonas erógenas.

La meta inmediata de la pulsión es la cancelación del estímulo, o sea, la satisfacción.

Freud nos dice que en el caso de la histeria, estos lugares del cuerpo y sus mucosas se convierten en sede de sensaciones y alteraciones de inervación con procesos comparables a la erección o parecidos al funcionamiento de los genitales bajo excitaciones normales. Como se muestra en los casos freudianos, en la histeria cualquier parte del cuerpo o cualquier órgano puede funcionar como una zona erógena.

En la neurosis obsesiva, nos dice, lo más importante son los impulsos que crean nuevas metas sexuales y parecen más alejados de las zonas erógenas.

Parecen, porque en el placer de ver y de exhibirse, o en la crueldad y el dolor, también se trata de zonas erógenas.

Sexualidad infantil

“Tres ensayos de teoría sexual” trae un concepto fundamental como el de sexualidad infantil basado en las manifestaciones sexuales de la infancia que contienen los rasgos de la pulsión sexual y su desarrollo.

Freud habla de la dificultad de encontrar en la bibliografía referencias a la pulsión sexual en la infancia. A partir de este olvido que han tenido otros autores, continúa en su texto con la amnesia infantil.

A este olvido u omisión, Freud le da todo un valor, colocándolo como fenómeno psíquico, y llama así a la amnesia que (en la mayoría de los seres humanos, no en todos) cubre hasta los seis u ocho años de edad.

Se produce una importante represión (por eso no es aplicable a todos los casos), y luego quedan tan sólo trazas incomprensibles de lo anterior. Los años anteriores (siempre tenemos noticia de esto por otros), han sido años vivaces, alegres y pasionales, como lo son las muestras de amor y violencia.

Freud nos trae una pregunta: ¿Cuáles son las fuerzas que provocan la represión de ese momento?, y nos dice que si se resuelve este enigma quedará resuelta la amnesia histérica. Sin amnesia infantil, no habrá amnesia histérica, le cuenta a Fliess en mayo de 1898.

Volviendo a la latencia, en ese tiempo se forma lo que posteriormente serán inhibiciones de la pulsión sexual y los diques como el asco, la vergüenza, la estética y la moral.

Nos plantea un punto interesante: que estas construcciones no provienen de la educación, sino que tienen que ver con todas estas etapas de construcción psíquica. Se trata de mecanismos de sublimación y formación reactiva de la pulsión (diques psíquicos).

A veces el período de latencia no es silencioso e irrumpe un monto de excitación sexual que no ha podido ser sublimado; entonces se producen los síntomas en el niño, por ejemplo en la escolaridad.

Exteriorizaciones de la sexualidad infantil

Freud toma el chupeteo como modelo de las exteriorizaciones sexuales infantiles. Aparece desde la lactancia y puede conservarse toda la vida.

Una parte de los propios labios, un lugar de la piel que esté al alcance (hasta el dedo del pie) se los toma como objeto de la acción de mamar. “Una pulsión de prensión que emerge al mismo tiempo suele manifestarse mediante un simultáneo tironeo rítmico del lóbulo de la oreja y el apoderamiento de una parte de la otra persona (su oreja) con el mismo fin”.

Es una acción que cautiva y lleva al adormecimiento o incluso a un sucedáneo del orgasmo. La satisfacción sexual es el mejor somnífero.

Muchos niños pasan del chupeteo a la masturbación.

Autoerotismo

La pulsión se satisface en el cuerpo propio. El niño chupeteador obtiene satisfacción en un sector de la piel o de la mucosa.

Los labios del niño se tornaron zona erógena y la leche tibia le dio placer. O sea que, al comienzo, la satisfacción erógena quedó unida a la necesidad de alimentación.

La necesidad de repetir la satisfacción sexual se separa de la necesidad del alimento cuando aparecen los dientes y la alimentación ya no se cumple sólo mamando.

Nos dice Freud que no todos los niños chupetean. Sí lo hacen aquellos para quienes los labios tienen un alto valor como zona erógena.

Si se produce la represión cuando llega la adultez, sentirán asco frente a la comida y pueden tener vómitos histéricos. Muchas de sus pacientes con problemas alimentarios, vómitos, etc., nos dice Freud, fueron de niñas intensas chupeteadoras.

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Este texto nos permite pensar el valor de la sexualidad infantil en la constitución de los síntomas neuróticos.

Luego del Edipo, a partir de los tiempos de latencia, comienzan los síntomas neuróticos, que son, como nos lo plantea Freud, satisfacciones sustitutivas.

Construir la sexualidad infantil en el transcurso de la cura nos permite avanzar e ir atravesando los fantasmas o fantasías unidos a los síntomas. Así lo hemos visto, por ejemplo, en los historiales de Dora y el Hombre de las Ratas.

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Continúa en La sexualidad infantil en Freud (II).


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