¿Azar o transferencia? Aimée, Anzieu y Lacan
Años después de atender a una de sus pacientes fundamentales, Lacan descubre que uno de sus analizantes y discípulos, Didier Anzieu, es hijo de aquella mujer. Para Anzieu, esta conexión también ha sido una sorpresa. ¿Podemos atribuir esa relación tan sólo al azar?
Antes de continuar con la segunda parte de la serie de emisiones sobre el caso Aimée, que comenzamos la semana pasada, quisiera recuperar la historia de Didier Anzieu con relación a este caso, una historia de transferencia.
La transferencia, para definirla rápidamente, es una relación que compromete a analista y paciente. Es una relación de amor a los significantes del psicoanálisis.
Marguerite Pantaine es el nombre de la paciente que, en 1932, Lacan hizo entrar en la historia del psicoanálisis como el caso Aimée. Con este caso escribe su tesis De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad.
Es difícil considerar fruto del azar el hecho de que años más tarde Didier Anzieu, el hijo de Marguerite —a quien él nunca había asociado con el nombre de Aimée— se recostara en el diván de Lacan.
El deseo del propio Anzieu de ser psicoanalista lo había llevado a comenzar un análisis. Luego de visitar a varios didactas, finalmente se entrevistó con Lacan, quien lo tomó como analizante. Dice Anzieu que estaba embobado frente a un hombre tan conocido: “me dejé embarcar”. Esto fue en enero del 1949. Lacan tampoco sabía entonces que era la madre de Anzieu aquella mujer a la que había entrevistado internada en Sainte-Anne.
Ya en el momento de la tesis las consecuencias de la transferencia de Lacan hacia Marguerite habían tocado al propio Lacan. Recordemos que, como decíamos la semana pasada, a partir de este caso se da el primer viraje doctrinal de Lacan, la ruptura con el discurso psiquiátrico de su tiempo, el retorno a las enseñanzas de Freud y el comienzo de su propio análisis. Lacan no salió intacto del encuentro con ella.
Por otro lado, se trata de una relación entre madre e hijo, relación nada fácil debido a una larga ruptura. Anzieu dice que volvió a establecer relación con Marguerite después de casarse en 1948 (poco tiempo antes de comenzar su análisis con Lacan). Los encuentros en principio habían sido difíciles.
Anzieu dice que su madre es responsable de su vocación como analista. ¿Ella lo lleva a Lacan?
Unos años más tarde, en casa de Alfred Lacan, el padre de Jacques, se necesitaba un ama de llaves. Buscan personal y se presenta Marguerite, quien comienza a trabajar allí, sin recordar el apellido Lacan. Un día vio allí, de visita, a quién había sido su médico y lo reconoció. Días después habló con su hijo acerca del tiempo de su internación y del desagrado que le provocaba su médico. Así le habla de su encuentro con Lacan en el hospicio.
Anzieu entonces ata los cabos sueltos. Busca en la biblioteca el caso y encuentra datos y circunstancias que le pertenecen.
Inmediatamente interrumpe su análisis con una interpelación: ¿cómo Lacan no lo había reconocido como hijo de Marguerite? Se trata de la pregunta por el reconocimiento.
Anzieu escribió luego que no conoció a Aimée, sino sólo a Marguerite. Tampoco recordaba haberla llamado “mamá”. De niño había estado al cuidado de su familia y había entendido que no debía preguntar por ella.
Cuenta que cuando se volvieron a encontrar, después de tantos años, ella cocinó y le sirvió un plato de comida. Frente a la insistencia de él porque no se sentaba a la mesa, ella le respondió que no quería comer, que la comida no estaba buena, que él comiera todo.
Anzieu contaba que en ocasión de ir ella a misa por difuntos de la familia lo había inscripto entre los muertos. Cuenta que, en medio de tanta soledad, convertirse en analista le hacía falta. Se refiere a sí mismo como a un hijo de mal amados.
Recordemos que Aimée, el nombre que Lacan da a Marguerite, en francés quiere decir amada.
Los caminos de la transferencia son ciertamente sorprendentes. Si habláramos sólo de azar o casualidad, perderíamos de vista lo más importante.
La serie completa sobre Aimée se puede encontrar aquí.
