12. Empezar la práctica clínica por la psicosis – El caso Aimée, parte I

Con frecuencia, quienes están comenzando a ejercer la clínica se resisten a trabajar con pacientes psicóticos. Parece más fácil empezar por otra estructura, pero ¿es así realmente? Y en todo caso, ¿está en nosotros la decisión?

“No voy a atender pacientes psicóticos” es una frase que escucho a menudo de parte de quienes comienzan su práctica clínica. A muchos les parece más fácil comenzar a atender neuróticos o niños. Pero les diré que no es así. Cada estructura clínica tiene su lógica, y se trata de escuchar. Sólo acercándonos a los conceptos y a la clínica de la psicosis podemos perderle el temor.

Para el propio Lacan la psicosis fue su vía de entrada al psicoanálisis, y por eso hoy les traigo un texto que marca este momento: el caso Aimée.

A pesar de que Lacan ya tenía conocimiento del freudismo, sólo a partir de este caso clínico comienza su análisis.

El texto, “De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad”, es la tesis que Lacan defiende en 1932 para recibirse de psiquiatra. Allí elabora el caso de su paciente Marguerite Pantaine, a quien coloca el seudónimo de Aimée (amada, querida, en francés).

Ciertamente, Aimée ha sido para Lacan una mujer conmovedora, al punto de llevarlo al análisis. Con este caso de psicosis, Lacan ha sido conmovido por los significantes del psicoanálisis y la transferencia, lo que se reafirmará años después cuando descubra que uno de sus analizantes y discípulos, el psicoanalista Didier Anzieu, es hijo de Marguerite Pantaine.

Lacan ve por primera vez a Aimée en el hospicio de Sainte-Anne, donde se encuentra internada por haber atacado a una famosa actriz parisina, y mantiene entrevistas con ella durante quince meses.

Lacan presenta en el caso la actitud de la enferma frente al acto: “hice eso porque querían matar a mi hijo”, frase fundamental en la construcción del delirio.

En la emisión de esta semana, quisiera recuperar algunas partes de la tesis que nos servirán para ver cómo Lacan avanzaba y construía, ya en un comienzo, llevado por sus interrogantes.

¿Hace falta ser Lacan para empezar la práctica clínica por la psicosis? No. Lo que hace falta es escuchar.

Y además, ¿cómo podríamos resistirnos? A fin de cuentas, cuando uno abre la puerta del consultorio no tiene idea de quién está del otro lado.

Los invito a escuchar y a comentar a continuación.

Transcripción

Los comienzos de la clínica por las psicosis

Frente al temor que da el comienzo de la clínica psicoanalítica, hoy les quiero acercar la Tesis que Lacan presentó como psiquiatra “De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad” también llamado el “Caso Aimée o Paranoia de autocastigo” y la implicancia de este trabajo para su entrada en el psicoanálisis.

Los comienzos de la clínica para cada uno no excluyen las psicosis.

Así como Freud descubrió el inconsciente de la mano de sus histéricas, muchos años después Lacan afirmó que el caso Aimée (así llamó a Margarite) lo llevó al psicoanálisis porque en junio de 1932 se recostó en el diván de Rudolph Loewenstein, reconocido didacta.

La entrada en el freudismo fue contemporánea al primer encuentro con Margarite. No practicó el psicoanálisis con su paciente, siguió el modelo de la entrevista psiquiátrica. Esto no le impidió a Lacan, muchos años después, en 1970 decir “no veo ni una montaña ni nada que me separe de la manera en que procedí en esa época”.

Margarite fue internada en el Hospicio de Sainte-Anne en junio de 1931 a 45 días de cometer el atentado contra una actriz famosa. Lacan la observó durante 15 meses mientras escribió su Tesis de psiquiatría sobre el “caso Aimée”.

Su verdadera identidad se revela recién en 1986: se trata de Margarite Anzieu, la madre del psicoanalista Didier Anzieu, paciente de Lacan.

¿Que lugar para la transferencia?

Aimée en la historia del psicoanálisis y su hijo psicoanalista, paciente y discípulo de Lacan.

Aimée fue para Lacan el significante con el que hizo saber la locura de Margarite, porque es el significante de la transferencia de Lacan hacia Margarite.

En la dedicatoria de la Tesis, escribió “A la memoria del doctor Tremel que me inició en la psiquiatría, me hizo amar a los enfermos mentales y me transmitió la más alta concepción de los deberes intelectuales y morales propios de nuestra ciencia”.

Lacan, en Sainte Anne en 1970 en una conferencia dijo: “A mi paciente la llamé Aimée, era verdaderamente conmovedora” (Aimée en francés quiere decir amada).

Vamos a tomar el texto de la tesis directamente: Lacan dice que tomará el caso a estudiar por dos razones. “En primer lugar, por razón de nuestra información: hemos observado a esta enferma casi día a día a lo largo de cerca de un año y medio y hemos completado este examen con todos los medios que nos ofrecían en laboratorio y de indagación social. El segundo motivo de nuestra elección es el carácter particularmente demostrativo del caso: si trata, en efecto, de una psicosis paranoica curso tipo clínico y cuyo mecanismo merecen, en nuestra opinión, sin individualizados, pues nos parece que tanto el uno como el otro ofrecen la clave de alguno de los problemas no son lógicos y patogénico de la paranoia, y particularmente de sus relaciones con la personalidad.

El atentado

El 10 de abril de 1931, a las ocho de la noche, la señora Z, una de las actrices más apreciadas del público parisiense, llegaba al teatro en que esa noche iba a actuar. En el umbral de la entrada de los artistas fue abordada por una desconocida que le hizo esta pregunta: “¿Es usted la señora Z?” La mujer que le hacía la pregunta iba vestida correctamente; llevaba un abrigo con bordes de piel en el cuello y en los puños, y guantes y bolso. En el tono de su pregunta no había nada que despertara la desconfianza de la actriz. Habituada a homenajes de un público ávido de acercarse a sus ídolos, respondió afirmativamente y deseosa de acabar pronto, se disponía a pasar adelante. Entonces, según declaró la actriz, la desconocida cambió de rostro, sacó rápidamente de su bolso una navaja ya abierta, y, mientras la miraba con unos ojos que ardían en las llamas del odio, levantó su brazo contra ella. Para detener el golpe, la señora Z cogió la hoja con toda la mano y se cortó dos tendones flexores de los dedos. Ya los asistentes habían dominado a la autora de la agresión.

La autora se negó a dar explicaciones de lo que había hecho, excepto ante el comisario. En presencia de éste, respondió normalmente a las preguntas de identidad, pero dijo algunas que parecieron incoherentes. Declaró que desde hacía muchos años la actriz venía haciendo escándalo contra ella; que la provocaba y la amenazaba; que en estas persecuciones estaba asociada con un académico, P.B., famoso hombre de letras, el cual “en muchos pasajes de sus libros”, revelaba cosas de la vida privada de ella, de Aimée, desde hacía algún tiempo esta había tenido intenciones de habérselas cara a cara con la actriz; la atacó porque vio que huía; si no la hubieran detenido, le habría asestado otro navajazo.
La actriz no presentó demanda.
Conducida a la comisaría, y luego a la cárcel de Saint-Lazare, la señora Aimée estuvo presa dos meses. Y en junio de 1931 era internada en la clínica del Asilo Sainte-Anne en vista del peritaje médico-legal.

Estado civil

La señora A. tiene treinta y ocho años en el momento de su ingreso. Nació en R. (Dordogne), en 189…, de padres campesinos. Tiene dos hermanas y tres hermanos, uno de los cuales ha llegado a la situación de maestro de escuela primaria. Trabajaba como empleada en la administración de una compañía ferroviaria, en la cual entró a la edad de dieciocho años, y, hasta la víspera del atentado, ha desempeñado bien su empleo, excepto una licencia de diez meses que se vio obligada a pedir por razón de trastornos mentales. Está casada con un empleado de la misma compañía, el cual tiene un puesto en P., en la región parisiense. Pero la enferma, desde hace casi seis meses, tiene su puesto en París, en donde, por lo tanto, vive sola. Tiene un hijo, que se ha quedado a vivir con el padre. Ella les hace visitas más o menos periódicas. Esta situación se ha establecido por la voluntad de la enferma, la cual trabajaba primitivamente en la misma oficina que su marido y, al reintegrarse a su empleo después del periodo de licencia que acabamos de mencionar, pidió su traslado. Citemos a continuación los testimonios oficiales sobre los trastornos mentales que ha mostrado

El expediente médico y policial de los trastornos mentales anteriores

Seis años y medio antes de su ingreso en la clínica, la enferma había estado ya internada, por solicitud de sus familiares, en la casa de salud de E., donde permaneció seis meses. Los certificados nos ofrecen algunas informaciones. El certificado de internamiento, firmado por el doctor Chatelin, dice: «Trastornos mentales cuya evolución data de más de un año; las personas con quienes ella se cruza en la calle le dirigen injurias groseras, la acusan de vicios extraordinarios, incluso personas que no la conocen; quienes la tratan de cerca dicen de ella las peores cosas posibles; toda la ciudad de Melun está enterada de su conducta, la cual, en opinión de todos, es depravada. Creía que todo el mundo se burlaba de ella, que se le lanzaban injurias, que le reprochaban su conducta; tenia intenciones de irse a los Estados Unidos.» Se registraron por escrito algunas de las cosas que la enferma decía. Por ejemplo: «No vayan a creer que envidio a las mujeres que no dan qué hablar, a las princesas que no se han encontrado con la cobardía en calzones y que no saben lo que es la afrenta.» «Hay también unas espantosisimas lejanas cosas acerca de mi que son verdaderas, verdaderas, verdaderas, pero el llano está al viento». «Hay también chismes de comadres de prostíbulos y cierto establecimiento público». Aimée salió de la casa de salud de E., «no curada», a petición de sus familiares”.

En realidad, al ir escuchando estos dichos, o si tienen oportunidad de leer la tesis, es muy rico en relación a cómo él va registrando todos los elementos, cómo va buscando información y cómo se atiene a los dichos, a la palabra de la paciente, para ir ahí después vamos a ver “Historia y temas del delirio”. Esto tiene que ver con lo que dije al comienzo de qué se trata de perder el miedo, se trata de que hay que escuchar.

Actitud mental actual de la enferma en cuanto a la historia de su delirio y en cuanto a sus temas

Los temas del delirio en su conjunto, quedan completamente reducidos en el momento del internamiento («¿Cómo he podido creer eso?»). Más exactamente: hay una reducción completa de las convicciones formuladas en otro tiempo acerca de esos temas. El tener que recordar los temas delirantes provoca en ella cierta vergüenza y también sentimientos de pena. Aunque los temas de su delirio ya no arrastren ahora ninguna adhesión intelectual, hay algunos que no han perdido del todo un valor de evocación emocional en el sentido de las creencias antiguas. «Hice eso, porque querían matar a mi hijo». Empleará una forma gramatical de ese tipo, directa, y conforme a la creencia antigua, durante un interrogatorio excepcional a que la somete una autoridad médica superior, o en presencia de un público numeroso.

Hay, por otra parte, ciertos fenómenos que no habría que confundir con la reticencia: ciertas amnesias y ciertas fallas de reconocimiento que, según veremos, se refieren de manera absolutamente sistemática a sus relaciones con ciertos actores del drama delirante”.

Retomando esta frase de hice eso porque querían matar a mi hijo”, entiendo que tiene también toda su importancia y él lo coloca en su texto, como forma gramatical, en el punto de cómo escuchar, el valor de texto, que seguramente se había escuchado en Freud en el caso Schreber.

“Durante los primeros interrogatorios, la voz de Aimée era plana, sin tonalidad. La modestia de su actitud ocultaba mal la desconfianza. De la misma manera dejaba ver impetuosamente su angustia más grave, la de un divorcio posible. Este divorcio, deseado en otro tiempo por ella, es ahora lo que teme más que nada; en efecto, si se dicta sentencia de divorcio contra ella, esto significará que deberá separarse de su hijo. El hijo parece ser el objeto único de sus preocupaciones. En los interrogatorios ulteriores la enferma da muestras de mayor confianza, y a veces hasta de jovialidad, con alternancias de desaliento algunos días. El humor, sin embargo, se mantiene siempre en una tonalidad media, sin la menor apariencia ciclotímica. Por lo demás, sus relaciones con el médico no están exentas de un eretismo imaginativo vagamente erotomaniaco”.

Así que ahí, comienza a ubicar algo de la transferencia

Continúa en Cómo se lee un delirio – El caso Aimée, parte II.

Comentarios

comentarios

Compartir

Una respuesta a “12. Empezar la práctica clínica por la psicosis – El caso Aimée, parte I”

Los comentarios están cerrados.