La garantía de las construcciones en un análisis

Con su interpretación, el analista espera la respuesta del paciente. ¿Qué garantía tenemos de no errar en esa construcción?

En el trabajo del análisis, frente a una interpretación que hacemos escuchar al paciente nos encontramos con dos posibilidades: una aprobación o una contradicción de su parte. ¿Cómo leemos esta respuesta? ¿Cómo tomamos ese o ese no?

El trabajo analítico tal como nos lo transmitió Freud se trata de la construcción de la sexualidad infantil. Nos ofrece para trabajar retazos de recuerdos desfigurados, sueños, equívocos en el lenguaje, olvidos, repeticiones, la transferencia.

Con toda esta “materia prima”, al decir de Freud, debemos hacer emerger la sexualidad infantil.

El trabajo analítico consta de dos partes diferentes llevadas adelante por analista y paciente. El analizado debe ser conducido a recordar, a producir; el analista, con esto que se va produciendo desde los indicios, tiene que construir lo olvidado.

Cómo y cuándo comunica lo que va construyendo al analizado forma parte de esa conexión entre las dos partes del trabajo analítico bajo transferencia.

Lacan al referirse a esta conexión particular entre analista y analizante dice que la transferencia nos guía. Freud, en uno de sus últimos textos, “Construcciones en el análisis” (1937), habla de “conexión entre ambas piezas del trabajo analítico”. Allí trae la metáfora del arqueólogo para referirse al trabajo del analista, haciendo una diferencia: para el arqueólogo, la reconstrucción es la meta del trabajo; para el analista, la construcción es un trabajo preliminar.

Toma el término preliminar no como lo anterior, sino para referirse a que una construcción puede dar lugar a otra, y así sucesivamente.

Ahí se nos presenta una pregunta: ¿Qué garantías tenemos de no errar en una construcción?

Freud nos dice que no produce daño presentar al paciente una construcción como la verdad histórica y errar. Los errores aislados son inofensivos. El paciente no se siente tocado por eso y no reacciona, ni por sí ni por no. También podemos decirle al paciente que nos hemos equivocado. Una construcción se puede rectificar.

Siempre hay respuesta a nuestras intervenciones; en este caso, el paciente no se siente tocado.

También podría estar como respuesta un “no me parece” o “nunca se me pasaría por la cabeza”. Sabemos, por el ensayo de Freud “La negación”, que en el inconsciente esta respuesta es afirmativa.

También podemos esperar para escuchar con qué asocia la construcción el paciente. Si es algo análogo a lo que le hicimos escuchar, leemos la asociación como respuesta a nuestra intervención. En este sentido, tomamos la sesión como un texto y podemos encontrar su lógica.

También podría darse una confirmación indirecta por asociaciones, pretendidamente no relacionadas, que tengan eco en la construcción.

A veces una construcción sólo se corrobora después de cierto tiempo de análisis.

Nos dice Freud: “El camino que parte de la construcción del analista debía culminar en el recuerdo del analizado; ahora bien, no siempre lleva tan lejos”.

Entonces, en lugar de eso, se alcanza en el análisis una convicción sobre la verdad de la construcción, que iguala el valor de un recuerdo recuperado. Se trata de la construcción de la verdad de una historia.

La historia no es lo relatado por el paciente, sino la construcción en el análisis para que emerja la historia infantil en transferencia, que es la construcción de una verdad.

Este artículo freudiano nos permite ubicar varios ejes de la técnica psicoanalítica: el valor de texto de la sesión analítica, la respuesta de sujeto a la intervención del analista, cómo mide el analista esta respuesta, y el valor de llamar construcción al trabajo de interpretación.

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