Cuando la culpa precede al delito

En “Los que delinquen por conciencia de culpa”, Freud invierte los términos racionales para presentar una lógica del inconsciente: en determinados casos, no es el delito el que conduce a la culpa, sino la culpa la que lleva a delinquir.

“Los que delinquen por conciencia de culpa” es el tercer ensayo de la serie “Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico”, de 1916, que se completa con los textos abordados en Los sujetos excepcionales y Demasiado bueno para ser verdad: los que fracasan al triunfar.


«El tribunal no te acusa, no hace más que recibir la acusación que tú te haces a ti mismo», G. Agamben.

James Strachey, quien ordenó, comentó y tradujo a Freud del alemán al inglés, nos introduce a “Los que delinquen por sentimiento de culpa”, diciendo que, aunque se trata de un trabajo especialmente breve, ha tenido gran repercusión por haber echado una luz totalmente nueva sobre los problemas de la psicología del delito.

Freud allí parte de la clínica, donde algunos pacientes le han comunicado que en los años de la prepubertad habían cometido acciones prohibidas: fraudes, incendios, delitos y robos reiterados, de los cuales en su momento se declararon culpables. Freud cuenta que no dio una especial importancia a esos episodios, sino que los desestimó como simples travesuras infantiles.

Sin embargo, distinto fue su juicio cuando, posteriormente, se le presentaron casos de otros pacientes que, sufriendo de una culpa de origen desconocido para sí, cometían faltas durante el tiempo de tratamiento, es decir, bajo transferencia.

Una vez llevados a cabo estos actos prohibidos, los pacientes traían al consultorio que experimentaban cierto alivio anímico.

El trabajo analítico trae un resultado sorprendente que lleva a Freud a dar un giro en el razonamiento: la conciencia de culpa preexistía a la falta y esa falta provenía de la conciencia de culpa.

En estos casos, entonces, la culpa antecede a la falta.

Freud llama a estos sujetos “delincuentes por conciencia de culpa” y coloca dos preguntas importantes, en la medida en que hacen al modo en que encontramos lógicas para eso que se presenta en la clínica:

¿De dónde provenía ese sentimiento de culpa anterior?

¿Es posible que ese sentimiento tuviera una participación determinante en el delito?

A partir del trabajo analítico, Freud formula una hipótesis: este oscuro sentimiento de culpa brota del complejo de Edipo.

La culpa es una reacción frente a los dos grandes propósitos delictivos del hombre: matar al padre y tener comercio sexual con la madre.

Frente a estos propósitos, los delitos cometidos constituían un alivio para los martirizados.

Para responder a la segunda pregunta, nos lleva a la conducta de los niños.

En ciertos niños se observa que se vuelven díscolos para provocar un castigo y, una vez cumplido, quedan calmos y satisfechos. ¿Qué buscan si no recibir un castigo por parte del padre?

Por último, Freud no deja de hacer una diferencia entre estos delincuentes, referenciados a la ley y la culpabilidad, y los que cometen delitos sin sentimiento de culpa alguno.

Con relación a los segundos, se podría pensar que es necesario que la culpa y el castigo que no están en juego en el psiquismo –al no tratarse de casos de neurosis– los coloquen las instituciones.

La verificación de esta hipótesis por la clínica nos reafirma el valor fundamental del tiempo del Edipo en la constitución de la subjetividad.

El texto completo de Freud puede leerse en Los que delinquen por conciencia de culpa.

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