El trabajo y la producción en la formación del analista
La formación del analista supone un trabajo. Si esta formación no está separada de los conceptos de inconsciente, subjetividad, transferencia y deseo, ¿de qué clase de trabajo hablamos?
Como les planteé la semana pasada, para la formación del analista, Freud nos indicó tres puntos que tener en cuenta: atravesar un análisis, supervisar o controlar el trabajo clínico y estudiar la teoría.
El estudio de la teoría no se realiza en forma solitaria. Es necesaria la transferencia que se va estableciendo con alguien a quien se le supone un saber, no solo de conocimiento, sino del deseo en relación al psicoanálisis, como lo enseña la experiencia de Freud con sus discípulos. Así, enseñanza y transmisión hacen su efecto.
La teoría del psicoanálisis convoca a aquel que lee en el marco de supropia subjetividad. Esto quiere decir que la captación de lo que se lee acompaña los tiempos del análisis. Es por eso que cada vez que leemos un texto, nos dice o captamos los conceptos de manera diferente. Le hacemos decir otra cosa al texto según nuestra posición subjetiva.
Es en este sentido, la formación del analista es un trabajo permanente. Ahora bien. ¿qué se entiende por “trabajo” dentro del psicoanálisis?
El trabajo en la cultura
En el ensayo “El malestar en la cultura”, de 1930, Freud nos dice que no se aprecia de manera satisfactoria el valor del trabajo para la economía libidinal. No hay nada, sin embargo, que ligue al individuo tan firmemente a la realidad como la insistencia en el trabajo.
También nos aclara que la actividad profesional brinda una satisfacción particular cuando ha sido elegida, cuando permite, mediante sublimación, volver utilizables inclinaciones existentes, mociones pulsionales reforzadas constitucionalmente.
No obstante todo esto, el trabajo es poco apreciado por el hombre: la gran mayoría de los seres humanos lo hacen como si estuvieran forzados a ello.
Según Freud, “Toda cultura debe edificarse sobre una compulsión al trabajo y una renuncia a lo pulsional, a causa de las características de las masas”.
Si se trata de la renuncia pulsional, ¿qué relación hay entre el trabajo y el goce? Lacan construye, sobre el concepto freudiano de pulsión de muerte, el concepto de goce, y nos dice que cuanto más acotado está el goce, hay más para el deseo. Entiendo que con esto nos quiere decir que el deseo estará más en causa.
El trabajo del sueño
Podemos pensar, también desde Freud, la noción de trabajo como trabajo del sueño, es decir, la relación entre su contenido manifiesto y los pensamientos inconscientes.
Este trabajo tiene su producto: el texto del sueño, como texto dirigido al Otro, al analista para ser interpretado. Se realiza a lo largo de las distintas etapas de un proceso de condensación y desplazamiento.
Tomamos de aquí que el sueño que recordamos al despertar es un resto del trabajo onírico total. Nos aproximamos, entonces, a la noción de trabajo como resto.
El trabajo del duelo
Freud también habla de trabajo al referirse al trabajo de duelo, en el ensayo “Duelo y melancolía” de 1917.
Allí define el duelo como un trabajo de elaboración que el sujeto debe realizar frente a la pérdida.
Como para todo trabajo, es necesario un tiempo. Se realiza, nos dice Freud, pieza por pieza con un gran gasto de energía psíquica. Se trata de operaciones subjetivas para perder lo que ya está perdido en lo Real. Cada recuerdo y cada una de las expectativas en que la libido se anudaba al objeto son clausuradas, y sobreinvestidas. Una vez cumplido el trabajo del duelo, el Yo se vuelve otra vez libre y desinhibido.
Entonces, características que extraemos de esta definición de trabajo: lleva tiempo, etapas y energía psíquica.
El trabajo y la formación del analista
El trípode freudiano implica una interrogación permanente por la propia subjetividad en nuestro análisis personal, en nuestra posición frente a la cura en la supervisión y en nuestro avance en la captación de los conceptos.
Es una formación particular que nos interroga también en nuestra transferencia a los significantes del psicoanálisis.
Jacques Lacan avanza en su interrogación por la formación del analista sin apartarse de la propuesta freudiana, pero dándole un valor especial a la institución psicoanalítica.
En el texto de la Fundación de la Escuela Freudiana de París de 1964, Lacan coloca al cartel como dispositivo para realizar un trabajo, para que el Sujeto que emerge del dispositivo analítico tenga un lugar donde hacer su producción a nombre propio.
El producto, aquí, es efecto del trabajo de cada uno: efecto de Sujeto y no de individuos.
El tema del producto vinculado al trabajo en cartel hace su aparición en 1980, en el seminario de la Disolución. Nos dice Lacan:
cuatro se eligen para proseguir un trabajo que debe tener su producto. Preciso: producto propio de cada uno y no colectivo.
El cartel funciona, es suficiente no obstaculizar, para lo cual doy la formula, y luego permutar.
Agreguemos al concepto con algunas notas de los escritos de La lettre mensuelle de 1983 de la Escuela de la Causa:
El producto de trabajo en cartel es el resultado de una elaboración sostenida.
Hay una indicación, traten de traer un papel, notas, un texto, escriban aunque solo sean bosquejos, balbuceos, trazos de una elaboración, de una elaboración que es siempre un fracaso, una falla, un tropiezo.
Obligarse a escribir es hacer el esfuerzo por producir lo singular. Poco importa el fruto porque de todas maneras, de lo que sale de la pluma, no queda sino insatisfacción.
El objeto está siempre perdido, fallado… resta su búsqueda…
Para escribir es necesario saber leer, y la enseñanza de Lacan es una prueba de un modo de lectura. Cada uno tiene que pasar por los significantes dejados por Lacan, no para repetirlos, sino para reencontrarlos en una recreación que permita otra escritura.
Un trabajo con otros
Vimos la noción de trabajo desde el psicoanálisis porque la formación del analista no está separada del concepto de inconsciente, de subjetividad, de transferencia, de deseo.
Desde Freud, el analista se forma alrededor de un maestro. Luego se concretaron formas institucionalizadas a partir de la pregunta por la garantía de la formación y la creación, con Lacan, de dispositivos para que el sujeto que emerge del análisis haga un trabajo, una producción.
La historia del psicoanálisis nos trae un punto esencial: la formación del analista implica un trabajo, ese trabajo necesariamente es personal, pero nunca podríamos realizarlo solos.