La transmisión del psicoanálisis según Lacan
El deseo freudiano
La pregunta sobre la transmisión está presente desde los inicios del psicoanálisis. Freud mismo se preguntaba cómo hacer para mantener el psicoanálisis más allá de su vida, cuando él no estuviera para sostenerlo.
Su preocupación giraba alrededor de la transmisión y la continuidad en las nuevas generaciones.
La enseñanza de Jaques Lacan da un lugar importante a este tema. Siguiendo el deseo freudiano, en la clausura del IX Congreso de la Escuela Freudiana de París de 1978, cuyo tema fue la transmisión, dice:
Tal como ahora lo pienso, el psicoanálisis es intransmisible. Es muy molesto. Es muy molesto que cada psicoanalista esté obligado –puesto que está obligado a ello– a reinventar el psicoanálisis.
Cada analista debe reinventar la manera en que el psicoanálisis pueda durar. Ese es el compromiso con la causa freudiana.
La transmisión en juego entre lo oral y lo escrito
En aquel mismo congreso Lacan había expuesto «Transmisión y Talmud», donde diferencia el valor de lo oral y de lo escrito para la transmisión.
De la transmisión oral, toma el valor de la incidencia de la voz, del silencio, de la tonalidad, que transforman una información en un saber que se compromete subjetivamente para que llegue a destino.
Ya que es la voz del Otro materno la que hace transmisión del deseo y del goce, la transmisión oral toca en la subjetividad la posición materna. El analista, entonces, para hacer pasar el deseo, se ubica en esa posición.
Por otro lado está el valor de lo escrito: la proximidad de la muerte, la castración, la causa del deseo. El recurso a la letra implica poner en juego el nombre propio en la pregunta esencial sobre la transmisión del Nombre del Padre.
La transmisión del rasgo
En esa misma ponencia, en cuanto a lo que hace transmisión, Lacan dice:
El sujeto se transmite a sí mismo y sí mismo por el sesgo de sus señales identificatorias.
La marca del deseo del Otro, permanece inaccesible para el sujeto. Sólo en el transcurso de un análisis se podrán ubicar algunas trazas.
Sin embargo, esta marca no es un destino. Un sujeto, a través de un análisis, puede tomar una posición activa frente a esa marca y hacer algo con eso.
La causa del deseo como trazo de una huella produce transmisión. Esa marca aporta singularidad y diferencia. Eso, a fin de cuentas, constituye un estilo, esa serie de marcas particulares con que un sujeto transita su vida.
La transmisión como pregunta del sujeto
El sujeto está jugado a esa suerte que supuso la transmisión que recibió de un deseo (el de sus padres), un deseo del cual él es resultado y consecuencia.
En el Seminario sobre la Angustia del año 1962-1963, retomando el lugar del profesor, Lacan dice:
[E]l profesor se define como aquel que enseña sobre las enseñanzas. Dicho de otra manera, hace un recorte en las enseñanzas. Si esta verdad fuese mejor conocida (que se trata de algo análogo al collage), ello permitiría a los profesores poner un poco más de arte en el asunto, del que el collage, con el sentido que ha adquirido en la obra de arte, nos muestra la vía. Si hicieran su collage preocupándose menos de que todo encajara, tendrían alguna oportunidad de alcanzar el mismo resultado al que apunta el collage, o sea, evocar la falta que constituye todo el valor de la propia obra figurativa, por supuesto cuando es una obra lograda. Y por esta vía llegarían a alcanzar, pues, el efecto propio de lo que es precisamente una enseñanza.
En el psicoanálisis se enseña un saber que intenta no ser enciclopédico y la transmisión es la transmisión un deseo.
Un saber que intenta no ser enciclopédico es un saber atravesado por la falta, por la no completud, por la no erudición. Esto posibilita que se interrogue lo transmitido. En el mismo acto enseñante hay un ida y vuelta de saber.
¿De qué deseo se trata en la transmisión? Del deseo de enseñante, del deseo del analista, del deseo de aquel que fue mordido por el psicoanálisis.
—Liliana Goldin