58. El ombligo del sueño, lo real

El sueño es una escritura. En ella puede haber una detención, un punto en que el paciente no puede decir más y se detienen las asociaciones. El ombligo del sueño nos va a traer lo imposible de reconocer, la represión primaria. ¿Qué nos aporta Lacan frente a este punto fundamentalmente clínico planteado por Freud?

Transcripción

En la emisión 56 del podcast abordé el tema de lo ominoso y lo real, diciéndoles que Lacan retoma dos temas olvidados , lo ominoso y el ombligo del sueño. Hoy tomaré el segundo.

Les voy a leer una cita de Hamlet, acto III, escena 1:

“’Ser o no ser… He ahí el dilema.

¿Qué es mejor para el alma,

 sufrir insultos de Fortuna, golpes, dardos,

o levantarse en  armas contra el océano del mal,

y oponerse a él y que así cesen? Morir: dormir.

Nada más; y decir así que con un sueño 

damos fin a las llagas del corazón

y a todos los males, herencia de la carne,

y decir: ven, consumación, yo te deseo.

Morir; dormir;

dormir… ¡Soñar acaso!…”

Siguiendo a Freud, el sueño es una escritura de lo que resulta un texto,

esta escritura puede sufrir una detención, es el ombligo del sueño.

Freud nos trae el ombligo del sueño en una nota en el análisis del sueño de Irma, un sueño freudiano, en el momento en que ella “por fin abre bien la boca”.

Esa parte del sueño no ha sido analizada por Freud y tiene un sentido oculto.

Todo sueño tiene algo incognoscible, esa boca abierta cuya visión es horrorosa, lo que no se debía haber visto. Ahí Freud detiene las asociaciones, no puede decir más.

En el “Olvido de los sueños” nos dice que es lo Unarkante, “lo no reconocido”.

El sueño, como formación del inconsciente, nos trae toda la vía del análisis significante y nos trae los fantasmas allí anudados.

El ombligo del sueño nos coloca en el sin sentido, en un punto de silencio en el cual no hay más sentido.

Lacan toma el concepto de lo Unerkante en un texto de 1975, “Respuesta de Jacques Lacan a una pregunta de Marcel Ritter en Strasbourg”, y nos dice que es  lo imposible de reconocer, núcleo de lo primariamente reprimido. Coincide con la represión primaria, lo Urverdrängt.

Lo reprimido primordial es algo que no puede ser dicho en ningún caso, un punto donde la palabra se detiene.

Hay un lugar en sombras. El ombligo del sueño es un lugar donde se asienta lo no reconocido, lo imposible de reconocer. Muestra el sueño como un enigma donde es imposible encontrar su enunciado inexistente, es el lugar de lo real, lo que “no deja de no escribirse”.

El ombligo del sueño alude a un lugar que se cerró para siempre y dejó una cicatriz, una marca que dice que no nos originamos nosotros solos. 

Por ser seres hablantes, de eso no podemos hablar, de ese origen no hay cómo hablar, el origen está perdido para siempre. Es una marca en el cuerpo, un agujero anudado. En el campo de la palabra no todo puede ser reconocido.

El Un- (del Unerkante) designa, la imposibilidad, el límite. Es lo imposible de reconocer.

Ahí donde no hay más nada que extraer, Freud nos habla del ombligo del sueño.

No hay modo de tirar más de la cuerda sin romperla.

Si la palabra ombligo nos habla de nudo cerrado, antes del cierre, durante nueve meses, era el orificio por donde se nutría. Es un orificio que se ha anudado.

Lo real es un punto entonces de opacidad, es un punto infranqueable, imposible.

Vuelvo al punto del ombligo del sueño como esa cicatriz, como “la marca de exclusión del parlêtre en relación a su origen… como ser placentario”.

Otro punto es el sueño y el despertar, o lo que despierta. Será por el despertar que Lacan ubicará una nueva función, más allá de la prolongación del deseo de dormir.

Las marcas de lo real no están en el despertar sino en aquello que en el sueño, provoca el despertar.

Vamos a tomar el Seminario XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (las citas corresponde a la edición de Paidós, pp. 65-67.):

“Freud no se cansó de decir que tendría que retomar -nunca lo hizo- la función de la consciencia. Quizá veamos mejor de qué se trata, si captamos qué motiva ahí el surgimiento de la realidad representada -a saber, el fenómeno, la distancia, la hiancia misma, que constituye el despertar.

Para acentuarlo, volvamos a ese sueño -también hecho enteramente en torno al ruido- que les he dado tiempo de encontrar en La interpretación de los sueños. Recuerden a ese padre desdichado que ha ido a descansar un poco en el cuarto contiguo al lugar donde reposa su hijo muerto -dejando a un viejo, canoso, nos dice el texto, velar al niño- y que es alcanzado, despertado por algo. ¿Qué es? No sólo la realidad, el golpe, el knocking, de un ruido hecho para que vuelva a lo real sino algo que traduce, en su sueño precisamente, la casi identidad de lo que está pasando, la realidad misma de una vela que se ha caído y que está prendiendo fuego al lecho en que reposa su hijo.

Esto es algo que parece poco indicado para confirmar la tesis de Freud en la Traumdeutung.- que el sueño es la realización de un deseo.

Vemos surgir aquí, casi por primera vez en la Traumdeutung, una función del sueño que parece ser secundaria: -en este caso, el sueño sólo satisface la necesidad de seguir durmiendo: ¿Qué quiere entonces decir Freud, al colocar en ese lugar, precisamente, ese sueño, y al acentuar que es en sí mismo la plena confirmación de su tesis en cuanto al sueño?

Si la función del sueño es permitir que se siga durmiendo, si el sueño, después de todo, puede acercarse tanto a la realidad que lo provoca, ¿no podemos acaso decir que se podría responder a esta realidad sin dejar de dormir? -al fin y al cabo, existen actividades sonámbulas. La pregunta que cabe hacer, y que por lo demás toda las indicaciones anteriores de Freud nos permiten formular aquí, es: -¿Qué despierta? -¿No es, acaso, en el sueño otra realidad? Esa realidad que Freud nos describe así: Das Kind das an seinem Bette steht, que el niño está al lado de su cama, ihm am Arme fasst, lo toma por un brazo, y le murmura con tono de reproche, und ihmvorwurfsvoll zuraunt.- Vater, siehst du denn nicht, Padre, ¿acaso no ves, das Ich verbrenne, que ardo?

Este mensaje tiene, de veras, más realidad que el ruido con el cual el padre identifica asimismo la extraña realidad de lo que está pasando en la habitación de al lado, ¿acaso no pasa por estas palabras la realidad fallida que causó la muerte del niño? ¿No nos dice el propio Freud que, en esta frase, hay que reconocer lo que perpetúa esas palabras, separadas para siempre, del hijo muerto, que a lo mejor le fueron dichas, supone Freud, debido a la fiebre? Pero, ¿quién sabe? ¿acaso perpetúan el remordimiento, en el padre, de haber dejado junto al lecho de su hijo, para velarlo, a un viejo canoso que tal vez no pueda estar a la altura de su tarea?, die Besorgnis das der greise Wächter seiner Aufgabe nicht gewachsen sein dürfte, tal vez no esté a la altura de su tarea. En efecto, se quedó dormido.

Esta frase dicha a propósito de la fiebre, ¿no evoca para ustedes eso que, en uno de mis últimos discursos, llamé la causa de la fiebre?”

“¿Qué encuentro puede haber ahora con ese ser muerto para siempre aún cuando lo devoran las llamas [LG: ¿Qué llamas?, ¿las de los pecados del padre?]- a no ser precisamente este encuentro que sucede precisamente en el momento en que las llamas por accidente, como por azar, vienen a unirse a él? -¿Dónde está, en este sueño, la realidad? -si no es en que se repite algo, en suma más fatal, con ayuda de la realidad- de una realidad en la que, quien estaba encargado de velar el cuerpo, sigue durmiendo, aún cuando el padre llega después de haberse despertado.

Así el encuentro, siempre fallido, se dio entre el sueño y el despertar, entre quien sigue durmiendo y cuyo sueño no sabremos, y quien sólo soñó para no despertar. Si Freud, maravillado, ve en esto la confirmación de la teoría del deseo, es señal de que el sueño no es sólo una fantasía que colma un anhelo. Y no es que en el sueño se afirme que el hijo aún vive. Sino que el niño muerto que toma a su padre por el brazo, visión atroz, designa un más allá que se hace oír en el sueño.”

“El despertar nos muestra el despuntar de la consciencia del sujeto en la representación de lo sucedido: enojoso accidente de la realidad, ante el cual sólo queda buscar remediarlo -Pero qué era ese accidente cuando todos duermen, tanto quien quiso descansar un poco, como quien no pudo mantenerse en vela, y también aquel, de quién sin duda no faltó algún bien intencionado que dijera: parece estar dormido, cuando sólo sabemos una cosa, y es que en ese mundo sumido en el sueño, sólo su voz se hizo oír: Padre, ¿acaso no ves que ardo?. La frase misma es una tea -por sí sola prende a lo que toca, y no vemos lo que quema, porque la llama nos encandila ante el hecho de que el fuego alcanza lo Unterlegt, lo Untertragen, lo real.”

Dejo en este punto. Continuamos la próxima.


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