6. El mecanismo del delirio en la paranoia del varón
En esta emisión cerraremos la serie sobre el texto freudiano “Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente” (caso Schreber) de 1910-1913 y los aportes que Lacan le realizó en el seminario Las psicosis de 1955-56.
[Primera parte: ¿En qué momento de la vida de un sujeto se da un brote psicótico?]
El mecanismo detrás de los distintos delirios paranoicos
El núcleo del conflicto en la paranoia del varón se ubica en la frase: amar al varón.
Freud ejemplarmente nos trae las diferentes formas de delirio como modos de contradecir esa frase.
- En el delirio de persecución se contradice el verbo: amar por odiar.
- En el delirio de erotomanía se contradice el objeto: él (varón) por ella (mujer).
- En el delirio de celos la contradicción está ubicada en el sujeto: “no lo amo, es ella quien lo ama.”
- En el delirio de grandeza lo que se contradice es toda la frase: “no amo a nadie.”
La función del delirio
El delirio es un intento de restablecimiento, de reconstrucción del mundo, luego de la catástrofe interior o desestabilización.
Este es el aporte freudiano que marca un antes y un después en el tratamiento de las psicosis y abre una brecha con la psiquiatría, que intenta acallar el delirio.
Freud dió al delirio de Schreber valor de texto, ubicando un mecanismo que intenta explicarlo con la proyección, para corregirlo al final de su trabajo y dejarnos una frase enigmática: “lo cancelado adentro, retorna desde afuera”.
Lacan recoge el guante de esta frase y se pregunta: “¿Qué sucede en el momento en que lo que no fue simbolizado reaparece en lo Real?”.
Cuando una exigencia de orden simbólico no puede ser respondida, se produce una reacción en cadena, una sustracción en la trama de ese tapiz que llamamos delirio.
El presidente Schreber carece de ese significante fundamental que se llama ser Padre.
Dado que este significante ser Padre hace de carretera principal hacia las relaciones sexuales con una mujer, Schreber tuvo que imaginarse a sí mismo como mujer y construir en su delirio ser la mujer de Dios y dar al mundo seres schreberianos, y así posibilitar que la función ser Padre quede realizada.
Los invito a escuchar, comentar y preguntar.
Transcripción
Hoy continuaremos el audio anterior tomando el texto freudiano “Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (Schreber) “1910-1911, con los aportes que J. Lacan hace al texto en el Seminario “Las Psicosis” de 1955-56.
Freud nos dice en el Apartado III del texto que, en relación al mecanismo del delirio debemos situar:
La especificidad del delirio paranoico:
“La relación del enfermo con su perseguidor se puede resolver mediante una fórmula simple: Sostenemos que la intencionalidad del sentimiento es proyectada como un poder exterior, el tono del sentimiento se trastorna hacia lo contrario, y que la persona ahora odiada y temida a causa de su persecución es alguien que alguna vez fue amado y venerado. La persecución estatuida en el delirio sirve sobre todo para justificar la mudanza de sentimiento en el interior del enfermo.”
“El carácter paranoico reside en que para defenderse de una fantasía de deseo homosexual, nos dice Freud, se reacciona, precisamente, con un delirio de persecución de esta clase”.
El núcleo del conflicto, en la paranoia del varón es la invitación de la fantasía de deseo homosexual: amar al varón.
Este es un aporte muy importante del texto freudiano.
Las diferentes formas de delirio responden a los distintos modos de contradecir la frase «Yo lo amo [al varón], así es como lo expresa:
“El delirio de persecución, proclamando en voz alta:
Yo no lo amo
pues yo lo odio-por proyección-
Él me odia y me persigue”
Esta contradicción, que en lo inconsciente no podría rezar de otro modo, no puede devenir consciente al paranoico en esta forma. El mecanismo de la formación de síntoma en la paranoia exige que la percepción interna, el sentimiento, sea sustituida por una percepción desde afuera. Así, la frase «pues yo lo odio» se muda, por proyección, en esta otra: «El me odia (me persigue), lo cual me justificará después para odiarlo». Entonces, el sentimiento inconsciente que pulsiona aparece como consecuente de una percepción exterior: «Yo no lo amo – pues yo lo odio – porque ÉL ME PERSIGUE».”
En el delirio de persecución se contradice al verbo… y la observación no deja ninguna duda sobre que el perseguidor no es otro que el otrora amado.
“El delirio de la erotomanía, sin esta concepción permanecería totalmente incomprensible:
Yo no lo amo
pues yo la amo
(por proyección)
Ella me ama
Y aquella misma compulsión a proyectar imprime a la frase esta mudanza: «Yo noto que ella me ama». «Yo no lo amo – yo la amo – porque ELLA ME AMA».
En la erotomanía se contradice al objeto.
El delirio de celos, que podemos estudiar en formas características en el varón y la mujer.
Yo no lo amo
Es ella quien lo ama
El delirio de celos del alcohólico. «No yo amo al varón – es ella quien lo ama», y sospecha de la mujer con todos los hombres a quienes él está tentado de amar. De manera por entero análoga se establece la paranoia de celos en las mujeres. «No yo amo a las mujeres – sino que él las ama». En el delirio de celos lo que se contradice es al sujeto.
Ahora bien, se creería que una frase de tres eslabones como «yo lo amo» admitiría sólo tres variedades de contradicción. El delirio de celos contradice al sujeto, el delirio de persecución al verbo, la erotomanía al objeto. Sin embargo, es posible además una cuarta variedad de la contradicción, la desautorización en conjunto de la frase íntegra:
«Yo no amo en absoluto, y no amo a nadie», y esta frase parece psicológicamente equivalente a la frase: «Yo me amo sólo a mí». Esta variedad de la contradicción nos da entonces por resultado el delirio de grandeza”
“En la formación de síntoma de la paranoia es llamativo, sobre todo, aquel rasgo que merece el título de proyección. Una percepción interna es sofocada, y como sustituto de ella adviene a la conciencia su contenido, luego de experimentar cierta desfiguración, como una percepción de afuera…”
Sobre la función del delirio:
En relación a la función del delirio Freud afirma que “la formación delirante, es el intento de restablecimiento, la reconstrucción del mundo. Punto importante este, que marca un antes y un después, en el tema de la psicosis. Tras la catástrofe, la reconstrucción se logra más o menos bien, nunca por completo…el proceso de restablecimiento […]deshace la represión y reconduce la libido a las personas por ella abandonadas.”
“El enfermo ha sustraído de las personas de su entorno, y del mundo exterior en general, la investidura libidinal que hasta entonces les había dirigido, con ello todo se ha vuelto indiferente y sin sentido para él […]El sepultamiento del mundo es la proyección de la catástrofe interior; su mundo subjetivo se ha sepultado desde que él le ha sustraído su amor.”
Freud dio al delirio de Schreber valor de texto y trabajó en él, interpretándolo, para encontrar luego algo sobre su mecanismo específico, lo que él llamaba la proyección.
“La ocasión de contraer la enfermedad fue la emergencia de una fantasía de deseo femenina (homosexual pasiva), cuyo objeto era la persona del médico… Si el perseguidor Flechsig fue antaño una persona amada, tampoco Dios es más que el retorno de otra persona amada de parecido modo, pero probablemente más sustantiva… esa otra persona no puede ser sino el padre, con lo cual Flechsig es esforzado tanto mas nítidamente al papel del hermano.
La raíz de aquella fantasía femenina que desató tanta resistencia en el enfermo habría sido, entonces, la añoranza por el padre y hermano, que alcanzó un refuerzo erótico.”
“Por tanto, también en el caso Schreber nos encontrarnos en el terreno bien familiar del complejo paterno[..] En estas vivencias infantiles el padre aparece como el perturbador de la satisfacción buscada por el niño[…] En el desenlace del delirio de Schreber, la fantasía sexual infantil celebra un triunfo grandioso; la voluptuosidad misma es dictada por el temor de Dios, y Dios mismo (el padre) no deja de exigirla al enfermo. La más temida amenaza del padre, la castración, ha prestado su material a la fantasía de deseo, de la mudanza en mujer, combatida primero y aceptada después.”
Como consecuencia del desarrollo y trabajo del delirio, este es otro concepto a destacar: Hay pasos en el delirio y un trabajo que el sujeto va realizando.
“No era correcto decir que la sensación interiormente sofocada es proyectada hacia afuera; más bien inteligimos que lo cancelado adentro retorna desde afuera.”
Hasta aquí el recorrido que Sigmund Freud realizó en su texto.
J. Lacan se interroga, «¿Qué es el fenómeno psicótico? La emergencia de una significación enorme que parece una nadería, en la medida en que no se la puede vincular a nada, ya que nunca entró en el sistema de la simbolización, pero que, en determinadas condiciones puede amenazar todo el edificio.
Hay en el caso de presidente Schreber una significación que concierne al Sujeto, pero que es rechazada; cuyo surgimiento determina la invasión psicótica.”
En un momento cumbre de su existencia, no en un momento deficitario, esto se le manifiesta bajo la forma de la irrupción en lo real de algo que jamás conoció, algo totalmente extraño, que va a provocar progresivamente una radical sumersión de todas las categorías, un hundimiento, hasta forzarlo a un reordenamiento de su mundo.
¿Qué sucede en el momento en que lo no simbolizado reaparece en lo real?
La psicosis no tiene prehistoria (en el sentido de la represión). Cuando en condiciones que deben precisarse, algo aparece en el mundo exterior que no fue primitivamente simbolizado, el Sujeto se encuentra absolutamente inerme, incapaz de hacer funcionar la Verneinung con respecto al acontecimiento. Se produce algo cuya característica es estar absolutamente excluido del compromiso simbolizante de la neurosis, que se traduce en otro registro, una verdadera reacción en cadena a nivel de lo imaginario.
“Una exigencia del orden simbólico, al no poder ser integrada en lo que ya fue puesto en juego en el movimiento dialéctico en que vivió el Sujeto, acarrea una reacción en cadena, una sustracción de la trama en el tapiz, que se llama delirio. El delirio, en efecto, es legible, pero también está trascrito en otro registro. En la neurosis permanecemos siempre en el orden simbólico, con esa duplicidad del significado y el del significante que Freud traduce en el compromiso neurótico. El delirio transcurre en un registro muy diferente. Es legible, pero sin salida. En el caso de las neurosis, lo reprimido aparece in loco, ahí donde fue reprimido, vale decir en el elemento mismo de los símbolos… Lo reprimido en la psicosis, si sabemos leer a Freud, reaparece en otro lugar, in altero, en lo imaginario, y lo hace, efectivamente, sin máscara.”
“El presidente Schreber nunca integró especie alguna de forma femenina… se trata de la función femenina en su significación simbólica esencial, y que sólo la podemos encontrar en la procreación. Para que procrear tenga su sentido pleno, es aún necesario, en ambos sexos, que haya aprehensión, relación con la experiencia de la muerte que da al término procrear su pleno sentido. El significante ser padre hace de carretera principal hacia las relaciones sexuales con una mujer.
Si la carretera principal no existe, nos encontramos ante cierto número de caminitos elementales, copular y luego la preñez de la mujer. Según todas las apariencias el presidente Schreber carece de ese significante fundamental que se llama ser padre. Por eso tuvo que cometer un error, tuvo que enredarse, hasta pensar llevar él mismo su peso como una mujer.
Tuvo que imaginarse a sí mismo mujer, y efectuar a través de un embarazo la segunda parte del camino necesaria para que, sumándose una a otra, la función ser padre quede realizada.”
La explicación de Freud sobre la defensa de la tendencia homosexual,parece sostenerse enteramente en la referencia al narcisismo que parte de un narcisismo amenazado. La megalomanía representa aquello mediante lo que se expresa el temor narcisista. El agrandamiento del yo del sujeto a las dimensiones del mundo es un hecho de economía libidinal que se halla aparentemente por entero en el plano imaginario. Haciéndose objeto de amor del ser supremo, el sujeto puede entonces abandonar lo que en primera instancia le parecía lo más precioso de lo que debía salvar, a saber, la marca de su virilidad.
Nos dice Lacan que habla de los términos que nunca abandonó Freud: la función del Padre y el Complejo de Castración.
El caso Schreber lo trabajamos en el Espacio de Lectura