El fetichismo

¿Cómo responde la estructura perversa a la castración?

Hoy vamos a ver un tercer texto freudiano con relación a la respuesta del sujeto a la castración. (Los anteriores los trabajamos en Los dos momentos de la psicosis según Freud y La escisión del yo). En “Fetichismo” de 1927, Freud parte del trabajo clínico con pacientes varones cuya elección de objeto es un fetiche y desarrolla el concepto de desmentida en el caso de la perversión.

Ninguna persona del sexo masculino puede evitar el terror a la castración al ver los genitales femeninos.

Freud se interroga entonces, ¿porque algunos se vuelven homosexuales a consecuencia de esa impresión, otros se defienden creando un fetiche y la mayoría la supera?

Empecemos por preguntarnos qué es un fetiche. El fetiche, nos dice Freud, es un sustituto del falo, que ha sido significativo en la primera infancia. Es el sustituto de la mujer (de la madre) en que el varón ha creído y al que no quiere renunciar.

Freud plantea que la percepción permanece y entonces se pone en marcha un mecanismo para sustentar su desmentida. Por lo tanto el sujeto conserva la creencia del falo en la mujer, pero también la resigna. Este compromiso es posible bajo las leyes del pensamiento inconsciente.

En lo psíquico, la mujer sigue teniendo el falo, pero algo lo ha reemplazado; fue designado un sustituto que hereda su interés. El fetiche perdura como el signo del triunfo sobre la amenaza de castración y de la protección contra ella.

Freud asevera que se trata de una biescisión fetichista frente al problema de la castración de la mujer. Es en la construcción del fetiche mismo donde han encontrado cabida tanto la desmentida como la aseveración de la castración.

Hay otros casos donde la biescisión se muestra en lo que el fetichista hace (en la realidad o en la fantasía con su fetiche). En muchos casos se trata de una manera que equivale a una figuración de la castración. La ternura y la hostilidad corren en igual sentido que la desmentida y la aseveración de la castración.

©Jack Vettriano
©Jack Vettriano

Lacan, en el seminario El deseo y su interpretación dirá que la metáfora paterna instaura la ley bajo la forma del falo: o bien el sujeto no lo es o bien el sujeto no lo tiene. En este juego, el neurótico, experimenta la aproximación de su deseo como una amenaza de pérdida. Esto significa la introducción de la dimensión del Edipo. En relación a “él no lo es” se presenta “ella no lo tiene”.

El perverso une en solo término “él lo es y él lo tiene”, o sea en este caso “ella lo tiene”.

Él tendrá el falo, el objeto de identificación primitiva, el objeto transformado en fetiche en un caso o en ídolo en el otro. La perversión se presenta como una especie de simulación natural del corte.

Lo que el sujeto no tiene, está en el objeto. Lo que el sujeto no es, lo es su objeto ideal.

La relación del sujeto perverso con el objeto, en tanto es la dimensión imaginaria del deseo –del deseo de la madre que viene a ocupar el rol decisivo–, permite considerar que, a nivel del deseo, el perverso está identificado con la forma imaginaria del falo.

Lacan toma del fetiche el modelo para transmitir la falta de objeto.

Otro concepto importante en la estructura perversa es el de simulacro o simulación de la castración, que abordaremos en otro momento.

Así concluimos la serie de lecturas iniciadas con La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis y La escisión del yo en el proceso defensivo, que junto con “Fetichismo” traen las respuestas de sujeto a la castración con sus salidas posibles: psicosis, neurosis y perversión.

Para un desarrollo sobre la castración en la neurosis ver La castración en la lógica del inconsciente.

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