7. Padre no es quien tiene un hijo (sobre la función paterna)

En la emisión de hoy comenzaremos a ubicar que implica el lugar del Padre en cuanto significante, el Nombre del Padre, el lugar de la Ley. Con algunos ejemplos clínicos, iremos cercando los efectos en la subjetividad cuando este significante no está en el registro simbólico.

El orden simbólico trasciende al ser humano y lo determina

El sujeto encuentra su lugar en un aparato simbólico que instaura la ley en la sexualidad y esta solo se realiza en el plano simbólico, a esto llamamos Edipo.

Ser hombre o mujer es una pregunta simbólica y está en relación al significante fálico.

Cuando hablamos del significante fálico, nos referimos al Complejo de Castración.

Las tres estructuras clínicas, neurosis, psicosis y perversión, son modos de respuestas posibles a la castración, a la dimensión de la falta e instalan una posición inconsciente.

Qué soy ahí, hombre o mujer, es la pregunta por la existencia, que también se anuda a la muerte.

El Padre en cuanto autor de la Ley

¿Qué pasa en las psicosis, cuando ese significante Nombre del Padre, está forcluido, cuando la Ley no opera?

La noción de Verwerfung, que hemos visto en la primera emisión del podcast, (Conceptos para abordar la estructura de las psicosis), nos será de ayuda.

El sujeto no puede responder al llamado en el Otro cuando el registro del Padre está ausente, cuando se altera el orden de las generaciones, ya que el Nombre del Padre ordena al instituir la Ley de prohibición del incesto.

La función paterna queda reducida a una imagen sin anclaje simbólico, que hace las veces de muletas imaginarias para armar un “como si”, al decir de Helen Deutsch.

Esas muletas imaginarias le sirven al sujeto como un modo de circular en el mundo.

También puede ocurrir que, al llegar la pregunta del significante, la imagen no alcance y la falta de respuesta dé lugar a fenómenos de franja. Estamos allí frente a la entrada en las psicosis.

Los invito a escuchar, comentar y preguntar.

Transcripción

Hoy comenzaremos a ubicar la función del Padre, para ello seguiremos los pasos que Jacques Lacan nos ha dejado en el seminario sobre “Las Psicosis” y el texto de Escritos II, “Sobre una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis”.

Entonces iremos situando que para que el ser humano pueda establecer la relación del macho a la hembra, es necesario que intervenga un tercero.

 Hace falta una ley, una cadena, un orden simbólico, la intervención del orden de la palabra, es decir del Padre.

No se trata del Padre sino del significante Nombre del Padre.

Concebimos el orden simbólico como superpuesto, sin lo cual no habría vida para “ese sujeto estrambótico que es el hombre”.

Su nombre, aquello con lo cual es nombrado, trasciende su existencia vital, lo sobrepasa y perpetúa más allá, como lo muestran las sepulturas.

 Por lo tanto el orden simbólico subsiste en cuanto tal fuera del sujeto, diferente a su existencia y lo determina.

 Pensemos en significantes que atraviesan generaciones y llevan de narices al sujeto. El encuentra su lugar en un aparato simbólico que instaura la ley en la sexualidad; y sólo puede realizar su sexualidad en el plano simbólico: esto es el Edipo.

La relación genital está sometida a la simbolización o sea que el hombre se virilice y la mujer acepte su función femenina.

Ser hombre o mujer es una pregunta simbólica.

Si la función del hombre y la mujer está simbolizada, es arrancada por lo tanto de lo imaginario, para ser situada en el dominio de lo simbólico.

 Está en relación al significante fálico, es lo mismo que decir complejo de castración.

El complejo de castración inconsciente tiene una función de nudo. Estructura los síntomas para: la neurosis, la perversión y la psicosis.

También regula la instalación en el sujeto de una posición inconsciente sin la cual no podría identificarse con el tipo ideal de su sexo, ni responder sin graves vicisitudes a las necesidades de su partenaire en la relación sexual, incluso el lugar que se guarda para el niño procreado en ella.

Freud mantuvo una equivalencia de la función imaginaria del falo para los dos sexos y el complejo de castración como fase normativa.

La condición del sujeto (neurosis o psicosis), esto es fundamental, depende de lo que tuvo lugar en el Otro.

El Otro es el lugar desde donde puede plantearse la cuestión de su existencia.

¿Que soy ahí?

 Es la pregunta por la existencia, referente a su sexo y su contingencia de ser hombre o mujer, por otra parte que podría no ser, anudándolo así, en los símbolos de la procreación y la muerte.

Freud ligó la aparición del Padre en cuanto autor de la Ley con la muerte, inclusive con el asesinato del padre, mostrando que ese asesinato, es el momento fecundo de la deuda con la que el sujeto se liga con la Ley.

El Padre simbólico, en cuanto significa esa Ley, es Padre muerto.

 ¿Se preguntarán, porqué muerto? Muerto al deseo de incestuoso, autoriza y prohíbe.

Según la enseñanza de J. Lacan en las psicosis por la forclusión del Nombre del Padre como mecanismo estructural, deviene como consecuencia la falta de inscripción fálica, la ausencia de la primera identificación al rasgo unario; o sea lo necesario para la asunción de la posición sexual, como lo hemos visto en la emisión 2 del Podcast ¿Cómo se presentan en la clínica la certeza, la creencia delirante y las alucinaciones?

Por lo tanto; es en un accidente del registro simbólico, la preclusión del Nombre del Padre en el lugar del Otro, y en el fracaso de la metáfora paterna donde está el efecto que da a las psicosis su condición esencial.

La noción de Verwerfung como ya lo hemos visto en la emisión 1 Conceptos para abordar la estructura de las psicosis, indica que debe haber algo que falta en relación con el significante, en la primera introducción a los significantes fundamentales.

 Es una ausencia irreparable, es un hecho de estructura, no es posible bajo estos ejes que un neurótico se psicotice o un psicótico se neurotice.

En el punto donde, es llamado el Nombre del Padre, puede responder en el Otro un puro y simple agujero, el que por carencia del efecto metafórico provocará un agujero en el lugar de la significación fálica.

¿Qué ocurre cuando en el llamado al Otro no hay con qué responder, cuando el registro del padre está ausente?

El padre no es simplemente un generador, es también quien posee el derecho a la madre.

Su función es central en el Edipo y condiciona al hijo que también es una función, al tipo de la virilidad.

Copular a una mujer, que ella lleve en su vientre durante un tiempo ese niño, jamás va a constituir la noción de ser padre. La función de la procreación en cuanto significante es otra cosa.

Para que la función de la procreación tenga su sentido pleno, para ambos sexos, es necesario que haya aprehensión con la experiencia de la muerte que da al término procrear su sentido pleno.

La introducción del significante padre, coloca de entrada una ordenación del linaje, la serie de las generaciones. Este punto es clínico, como prestar atención a las alteraciones en el orden de las generaciones que escuchamos en algunos pacientes. Por ejemplo una jovencita, que después de tener su bebita cae en un cuadro donde no la puede alimentar, ni tocar a su niña, no puede bañarse. En entrevistas con los padres, estos comentaron que no querían a la pareja de la hija y por lo tanto pretendían que la niña no llevara el apellido paterno. Hay una alteración en las generaciones, queda como hija del padre de la paciente y no como nieta.

¿Qué ocurre si se produjo cierta falla en la función formadora del padre?

El sujeto tiene la imposibilidad de asumir la realización del significante padre a nivel simbólico.

¿Qué le queda?

Le queda la imagen a la que se reduce la función paterna.

Es una imagen que no se inscribe en la dialéctica triangular, pero cuya función de modelo, de alienación especular, le da peso a todo el sujeto, un punto de enganche y le permite aprehenderse en el plano imaginario.

Recuerdo un paciente que decía que no podía ni imaginar ser padre, se encontraba con un primo y observaba los gestos, los juegos. Él decía que le servía de modelo porque era inabordable esa idea, decía “No tengo con qué abordarla”.

Esta verdadera desposesión primitiva del significante será lo que el sujeto tendrá que cargar y aquello cuya compensación deberá asumir en su vida, a través de una serie de identificaciones conformista a personajes que le darán la impresión de que hay que hacer para ser hombre o padre.

Cuando estas muletas imaginarias no alcanzan, ¿qué pasa? ¿Cómo se manifiesta la aparición de la pregunta formulada por la falta del significante?

Se manifiesta por fenómenos de franjas donde el conjunto del significante está puesto en juego: es la entrada en la psicosis.

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